jueves, 18 de febrero de 2010

CH versus Obama


Por Ariel Segal
Algo novedoso e interesante debe estar haciendo el gobierno de Barack Obama para ser tan descarnadamente criticado por la extrema izquierda y la extrema derecha de su país y del mundo.
¡Por supuesto!, eran grandes las expectativas sobre los cambios que podía generar el gobierno de Obama que heredó la profunda crisis en la que Bush dejó a los Estados Unidos.
Con Al Qaeda atacando desde varios frentes en donde funcionan sus sucursales; con la reforma de salud que toca las fibras más íntimas de una sociedad acostumbrada a cambios graduales, no radicales; y con una realidad económica y geopolítica que no permite improvisar políticas suicidas, Obama está siendo acusado desde todos los frentes ideológicos. El ejemplo de Guantánamo es paradigmático: intentó cerrar la cárcel, puso un tiempo límite, pidió a países aliados recibir a varios de sus prisioneros, recibió aplausos de Europa pero no su ayuda, por lo que no cumplió con el plazo que se propuso, y ahora que dos ex prisioneros de esa prisión operan con Al Qaeda en Yemen, se hará más complicado lograr este objetivo.
El siniestro ex presidente Dick Cheney acusa a Obama de “no entender al tipo de enemigo al que se enfrenta” (Al Qaeda), de conceder demasiados derechos a terroristas prisioneros, y de pretender que EEUU no está en guerra, mientras que el académico Noam Chomsky –admirador de tiranías genocidas como la de Pol Pot en Camboya y dictaduras como la de Cuba– afirma que Obama sigue la misma política exterior de Bush y  que “es una criatura de los sectores financieros, energéticos y las empresas”.
Obama ciertamente prometió un cambio profundo, pero no una revolución, y por eso lo han calificado de “comunista” y, a la vez, de “títere del capitalismo” y de parecerse a dos personajes tan opuestos como Carter y Reagan. Algo bueno debe estar haciendo Obama para que Cheney, graduado en Ciencias Políticas, y Chomsky no lo quieran. Quizá conviene que ambos sigan dedicándose a lo que mejor hacen: negocios turbios con petróleo, el primero, y dedicar su genialidad a la lingüística –el segundo–más que al capitalista negocio de escribir libros contra el capitalismo.

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