PorAntonio Zapata
Desde su nacimiento, el APRA ha sido un partido conducido por un líder máximo que se encuentra por encima de los demás. Este tipo de liderazgo ha sido una constante, tanto en el período inicial de Haya de la Torre, como en el actual de García. Los dirigentes electos en el congreso partidario manejan la maquinaria y aplican la línea. Pero, la generación de esa línea, la creación doctrinaria y la conducción de los virajes, se ha reservado siempre en exclusividad al “jefe”.
Esa dialéctica entre el número uno y su segunda fila es uno de los rasgos característicos de los partidos en el Perú. No hemos tenido partidos sin líder carismático, o pretendiente a serlo. El APRA no podía ser una excepción. Por el contrario, es el partido peruano donde la jerarquía ha sido más explícita y formalizada. En efecto, ningún otro partido político nacional ha festejado como fecha central el cumpleaños del líder, como el APRA hasta hoy celebra el onomástico de Haya de la Torre.
La segunda fila aprista ha conducido el partido ante las ausencias del máximo líder. Por ejemplo, después de salir de la embajada de Colombia, Haya vivió en Europa entre 1955 y 1968, solamente venía al Perú unos meses, participaba en el mitin por el Día de la Fraternidad y vuelta a Roma, donde se había asentado. En esos largos 13 años, la dirigencia electa en los congresos partidarios tuvo gran capacidad de conducción.
En época de Haya, la segunda fila tenía gran presencia. Organizadores como Prialé y Villanueva, intelectuales como Sánchez y militantes como Heysen o Cox le conferían calidad a la dirección. Incluyendo un segundo de tantos méritos como el “Cachorro” Seoane, todos obedecían a Haya porque lo creían capaz de tomarle el pulso al país y orientar al partido. Había sustentado filosóficamente una teoría y se le atribuía iniciativa programática y política. Seguramente era una exageración, pero eran las virtudes que el pueblo aprista proyectaba en su líder máximo.
A diferencia de esa primera época, los dirigentes actuales del PAP han perdido liderazgo. La segunda fila ha seguido la marcha del nuevo líder máximo. Haya era un estadista venerado, mientras que García no ha renovado la doctrina, menos generado una filosofía de vida. Pero, ha llevado al APRA dos veces a la victoria y se ha hecho imprescindible. La base lo requiere y lo respeta, pero su capacidad de generar pensamiento político es inferior a la de Haya. Por lo tanto, se ha reducido su poder de atracción de intelectuales y militantes de nivel.
Otra diferencia de Haya con García son ausencias de distinto tipo. En efecto, García es Presidente de la República y obviamente se ha alejado de Alfonso Ugarte. Sin embargo, el actual período presidencial está terminando. Se puede esperar que el 29 de julio del 2011 vuelva a la Casa del Pueblo y ejerza el supremo liderazgo partidario. En una entidad con tradición monárquica, eso ha de ocurrir, el rey regresará a su domicilio.
De este modo, la dirigencia que se elegirá ahora no es de profunda renovación generacional, como predican los “cuarentones”. El secretario general y el CEN manejarán el partido en las campañas electorales del 2010 y 2011; pero, terminadas las cuales, el piso se les moverá por el desplazamiento de García al centro de su movimiento partidario. No será una dirigencia de grandes cambios, sino una administración temporal, para batallar en dos contiendas electorales con objetivos limitados.
La pretensión del PAP es conocida. Buscan colocarse para impedir que les tomen cuentas en forma airada y esperar desde posiciones de fuerza la elección presidencial del 2016, cuando García intentará ser el primer peruano en ganar tres elecciones democráticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario