viernes, 12 de febrero de 2010

La traición de Giampietri

Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe
El vicepresidente perdió la confianza del gobierno.
El vicealmirante Luis Giampietri insistió ayer en su “lealtad al presidente Alan García”, pero este le mandó decir, en público y de manera inequívoca, a través de dos ministros de Estado, que ha perdido la confianza de Palacio y del gobierno al que supuestamente debía servir.
Para que no le quede duda, la ministra Nidia Vílchez declaró ayer que Giampietri es un traidor, epíteto que un miembro  de las fuerzas armadas sabe bien qué significa. “Su forma de actuar es una acción de traición al país, a la confianza del presidente y a la designación misma como tal”, dijo la titular de la Mujer.
El día previo, el canciller José Antonio García Belaunde tuvo palabras un poco más ‘diplomáticas’, pero igualmente contundentes sobre el sentimiento del gobierno hacia Giampietri. En un alto del Consejo de Ministros, y desde el patio de Palacio, el ministro  dijo que “se supone que estamos en el mismo barco (pero) a veces no entiendo por qué el vicepresidente de la República aparece como vicepresidente de la oposición; yo podría entender esas posiciones personales cuando se trata de asuntos de conciencia, pero no sobre líneas políticas de acción”.
Giampietri ha caído en desgracia en el gobierno, pero cabe preguntarse por qué solo le cayó la quincha a él si su ‘pecado’ lo cometió junto con los apristas Mercedes Cabanillas, Luis Negreiros y Édgar Núñez cuando votaron en la Comisión de Defensa del Congreso por la insistencia en la ley del bono militar-policial que el presidente García ya había observado.
Lo que pasa es que con Giampietri hay ropa tendida pues, como esta columna ha insistido desde hace tiempo, le ha sobrado arrogancia y prepotencia, y faltado entendimiento del papel de un vicepresidente así como ‘ubicaína’ para darse cuenta de que la política, en una democracia, no es un cuartel.
Giampietri solo le ha creado problemas al gobierno que cometió el error de invitarlo. Desde traer a Alberto Pandolfi a la prevención de desastres –lo que casi le cuesta el puesto de premier a Jorge del Castillo–; su cercanía no bien explicada con los chuponeadores de Business Track; sus planteamientos prepotentes –en fondo y forma como los formulaba– sobre derechos humanos, museo de la memoria o justicia militar; o abundar con intrigas y teorías de conspiración; por todo ello, Giampietri contribuyó a darle al gobierno un talante cachacón.
Por haber sido rehén en la embajada del Japón y haber cumplido un papel destacado y valeroso en el rescate, se cree prócer de la patria al que se le deben tolerar impertinencias antidemocráticas. Por ello, el gobierno del presidente García ha hecho bien en mandar a Giampietri, con su música de retreta militar, a otro lado.

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