Mirko LauerLa visita de Cristina Kirchner a Perú tiene varios temas, pero ninguno que la justifique. No en vano se ha dicho que es importante porque hace mucho tiempo que no venía un presidente argentino. El antojadizo esposo nunca pudo venir, o no se interesó por hacerlo. Ahora la presidenta viene a reconstruir unas relaciones que no son malas, pero sí están descuidadas, desde hace cierto tiempo.Por largos decenios se aceptó como de sentido común que la rivalidad con Chile hacía de Argentina una suerte de aliado natural.Fernando Belaunde envió aviones de guerra en apoyo a la causa argentina en Las Malvinas 1982. El entorno de Saúl Menem (y quizás él) envió armas a nuestros entonces enemigos ecuatorianos durante el conflicto armado del Cenepa 1995 (el embajador en Lima Darío Alessandro lo ha llamado un “imperdonable error”).Sin embargo no fue la ingratitud de Buenos Aires lo que realmente distanció a Perú, sino un nuevo contexto latinoamericano con nuevas aproximaciones. Al damero geopolítico tradicional de América Latina le brotaron nuevas líneas ideológicas y comerciales, y la Argentina del Mercosur y el peronismo empezó a parecer insólitamente remota para los gobiernos peruanos.Además aparecieron el Chile de la competencia y alianza comerciales, y el Brasil de los grandes proyectos transcontinentales. Con ello la primacía del eje geopolítico Buenos Aires-Lima terminó de desvanecerse. Para Argentina, por su parte, la relación con Brasil terminó opacando toda otra preocupación. Por último está la gravitación de Hugo Chávez, que no ayudó en las relaciones.Es más o menos claro que la visita de la presidenta tiene que ver con el rebrote del conflicto en torno de Las Malvinas. Londres acaba de enviar un submarino nuclear para defender a sus petroleras, y se resiste a toda mediación en torno al tema de la soberanía sobre las islas. A Kirchner le puede servir para reforzar una imagen nacionalista. Colombia y Perú quizás sean votos difíciles para futuras votaciones regionales.Luego están los asuntos internos. Algo antes de que surgiera el tema de Las Malvinas, ya Kirchner había sugerido una visita al Perú, e incluso hubo buenos oficios de importantes terceros. A poco más de un año de las elecciones, quizás quiere desmarcarse un poco del chavismo, y darse un buen baño de derecha en Lima, donde existen verdaderas fuentes termales del producto.En cualquier caso, es una visita bienvenida, que contribuirá al equilibrio de las cosas en la región, y servirá a las dos partes por igual. Pues aun con la nueva geopolítica, hay muchos motivos, además de los históricos, para tener una buena relación con Argentina.
Mirko Lauer
La visita de Cristina Kirchner a Perú tiene varios temas, pero ninguno que la justifique. No en vano se ha dicho que es importante porque hace mucho tiempo que no venía un presidente argentino. El antojadizo esposo nunca pudo venir, o no se interesó por hacerlo. Ahora la presidenta viene a reconstruir unas relaciones que no son malas, pero sí están descuidadas, desde hace cierto tiempo.
Por largos decenios se aceptó como de sentido común que la rivalidad con Chile hacía de Argentina una suerte de aliado natural.
Fernando Belaunde envió aviones de guerra en apoyo a la causa argentina en Las Malvinas 1982. El entorno de Saúl Menem (y quizás él) envió armas a nuestros entonces enemigos ecuatorianos durante el conflicto armado del Cenepa 1995 (el embajador en Lima Darío Alessandro lo ha llamado un “imperdonable error”).
Sin embargo no fue la ingratitud de Buenos Aires lo que realmente distanció a Perú, sino un nuevo contexto latinoamericano con nuevas aproximaciones. Al damero geopolítico tradicional de América Latina le brotaron nuevas líneas ideológicas y comerciales, y la Argentina del Mercosur y el peronismo empezó a parecer insólitamente remota para los gobiernos peruanos.
Además aparecieron el Chile de la competencia y alianza comerciales, y el Brasil de los grandes proyectos transcontinentales. Con ello la primacía del eje geopolítico Buenos Aires-Lima terminó de desvanecerse. Para Argentina, por su parte, la relación con Brasil terminó opacando toda otra preocupación. Por último está la gravitación de Hugo Chávez, que no ayudó en las relaciones.
Es más o menos claro que la visita de la presidenta tiene que ver con el rebrote del conflicto en torno de Las Malvinas. Londres acaba de enviar un submarino nuclear para defender a sus petroleras, y se resiste a toda mediación en torno al tema de la soberanía sobre las islas. A Kirchner le puede servir para reforzar una imagen nacionalista. Colombia y Perú quizás sean votos difíciles para futuras votaciones regionales.
Luego están los asuntos internos. Algo antes de que surgiera el tema de Las Malvinas, ya Kirchner había sugerido una visita al Perú, e incluso hubo buenos oficios de importantes terceros. A poco más de un año de las elecciones, quizás quiere desmarcarse un poco del chavismo, y darse un buen baño de derecha en Lima, donde existen verdaderas fuentes termales del producto.
En cualquier caso, es una visita bienvenida, que contribuirá al equilibrio de las cosas en la región, y servirá a las dos partes por igual. Pues aun con la nueva geopolítica, hay muchos motivos, además de los históricos, para tener una buena relación con Argentina.
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