domingo, 7 de marzo de 2010

Lecciones de un debate


Por Martín Tanaka
Quienes leen habitualmente estas páginas saben que en las últimas semanas he participado en un debate, en particular con mis estimados colegas Nicolás Lynch y Alberto Adrianzén. Presento aquí algunas conclusiones muy personales.
Nada malo tiene la militancia en el Partido Nacionalista, ni en ningún otro; por el contrario, en un contexto antipolítico como el que padecemos, estos compromisos deben ser saludados, debemos mirar con simpatía todos los esfuerzos serios de construcción partidaria. Precisamente por eso he mirado críticamente el que algunos apoyen a Ollanta Humala, en vez de militar en el Partido Nacionalista, o de respaldar un proyecto colectivo bien definido. Y por eso también he criticado recientemente el transfuguismo y oportunismo de algunos personajes, guiados por consideraciones puramente electorales.
El dedicarse a la investigación social, a la docencia universitaria y a la militancia partidaria al mismo tiempo es complicado, no imposible, por supuesto. Venimos de una tradición de muy fuerte politización de las ciencias sociales, en las que las consignas partidarias se impusieron sobre la investigación rigurosa. Ciertamente, no solo la politización introduce sesgos en el análisis académico: pero de todo ello lo que debemos deducir es la necesidad de ser muy escrupulosos en lo metodológico, no dar rienda suelta a la subjetividad. Pienso que un científico social debe ser muy disciplinado en su trabajo académico y desde esa base aportar al debate público, evitando acomodar la realidad a sus intereses y banderas, de modo de justificar sus posturas políticas.
Importantes sectores de nuestra izquierda siguen teniendo dificultades para asumir un paradigma democrático. Se piensa que las preferencias de la mayoría tienen primacía sobre las instituciones, lo que justifica las acciones de Chávez, Morales, Correa.
Convenientemente se olvida a Álvaro Uribe, quien defiende exactamente el mismo argumento, y también a Alberto Fujimori, en realidad el fundador contemporáneo de este argumento en el área andina; lo que no les impide acusar de conservadores o fujimoristas a quienes rechazamos la arbitrariedad del poder, sea de izquierda o de derecha. Estas descalificaciones al interlocutor me suenan a una suerte de versión izquierdista del discurso gubernamental de El Perro del Hortelano. Más sensata me suena la propuesta de Ollanta Humala, quien recientemente propuso la creación de un frente democrático en contra de la corrupción en las elecciones municipales en Lima, que una izquierdas y derechas.
Para terminar, si bien tenemos una democracia, es evidente también que es de muy mala calidad. Propongo seguir el debate en torno a cómo mejorarla. Y acá podríamos relacionarnos con otro debate muy interesante ocurrido en las últimas semanas sobre el neoliberalismo en el Perú, en el que han participado Waldo Mendoza, Felix Jiménez, Ricardo Lago, Pedro Francke, entre otros.

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