Hipótesis sobre la corrupción (2)
Por Martín Tanaka
Continúo con reflexiones iniciadas hace dos semanas. Empiezo con un comentario sobre las últimas “revelaciones”, que siento que no cambian el panorama en lo sustancial: sigue sorprendiéndome cómo nos dejamos imponer la agenda de mafias privadas que sueltan videos y audios según su conveniencia, cómo los medios explotan entusiastamente las “primicias” que les llegan, al margen de su contenido y consistencia, cómo las primeras impresiones refuerzan puntos de vista establecidos a priori (si perjudica a quien no me simpatiza, es cierta; si perjudica a quien me simpatiza, es una farsa, producto de un complot político), dejándose de lado la tarea más complicada de verificar todo lo que se dice. La política se judicializa cada vez más, pero como no confiamos en las instituciones, las cosas se deciden en el tribunal de los medios. Y como los actores políticos buscan legitimarse en medio de los escándalos, siguen a las mareas de la opinión pública, y esa es la verdadera razón por la cual estos escándalos pueden crear graves crisis políticas.
Pero esta semana quiero analizar cuál sería la solución a todo esto. En las últimas semanas han aparecido contribuciones que vale la pena reseñar, que claramente siguen líneas ideológicas. De un lado, Alfredo Bullard ubica el origen de la corrupción en derechos de propiedad mal definidos, y propone la reducción del Estado y la privatización como receta. No muy lejos, Jaime de Althaus asocia la corrupción con el patrimonialismo y el clientelismo, y el antídoto es el mercado, la libre competencia.
En el otro extremo, para Humberto Campodónico, Alberto Adrianzén y Nicolás Lynch la corrupción sería consecuencia de la complicidad entre grandes intereses privados y el Estado promovida por el modelo económico neoliberal. Lynch y Carlos Iván Degregori suman a éste el efecto que ha tenido sobre las conductas; habría un sentido común individualista, un desapego de lo público que hace a la gente más proclive a ignorar las normas. La receta implicaría un cambio de modelo económico, el fortalecimiento del Estado, la promoción valores solidarios.
¿Son excluyentes estas interpretaciones y recetas? Lo son desde el punto de vista ideológico, pero tal vez no en términos prácticos. Para empezar, la preocupación por la “captura del Estado” y el “capitalismo de amigotes” es compartida por liberales y socialistas; segundo, es posible pensar, simultáneamente, en limitar las oportunidades de corrupción, restringiendo la intervención estatal, y en fortalecer los organismos de control y sanción, así como mecanismos de rendición de cuentas, transparencia y participación. Varios actores políticos han propuesto la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción, la elevación de penas y eliminación de beneficios penitenciarios, lo que merece discutirse. En torno a estos parámetros podría crearse un amplio consenso ciudadano. ¿Qué dicen los candidatos respecto a esto?.
Presente griego
Por Mirko Lauer
Cuando todavía faltaba un trecho en el respiro por la crisis mundial del 2008, la crisis con epicentro en Grecia se presenta como un segundo tramo. Son fuertes las posibilidades de que el mal griego se contagie a Portugal, Italia, Irlanda y España, que con Grecia forman el grupo de países denominado en inglés PIIGS (S por Spain).
En términos mundiales nada horroroso está sucediendo en este momento. Sin embargo todo el mundo se está preparando para la posibilidad de que la “débil recuperación” que nos ha acompañado un semestre se vaya al diablo de un momento al otro. Todavía no se sabe si hay lecciones de la vez pasada que se puedan aplicar esta vez.
Se discutía en el 2008 si la descripción gráfica de la crisis iba a ser la U de una recuperación, o una W de recuperación con caídas por el camino. Ahora la dialéctica del problema es de pánico-recuperación-pánico. Cuando parecía, parafraseando a Carlos Marx, superado el final horrible del capitalismo, asoma en el horizonte un horror sin fin.
Lo sucedido en Grecia es un remake de la crisis argentina de comienzos del decenio, resumible gasto fiscal descontrolado, poco crecimiento, y subsiguiente incapacidad de pagar las deudas. El contagio a los demás PIIGS es porque el aspecto crediticio de la crisis puede volverse un dominó que podría arrastrar a toda la zona del euro.
Los pronósticos de que la crisis conjurada en los EEUU se trasladaría a Europa podrían estar a punto de cumplirse. El gurú Nouriel Roubini, quien mejor predijo lo que sucedería en el 2008, ahora describe los problemas del euro como un choque de trenes en cámara lenta. Es decir que puede demorar, pero los fierros retorcidos ya están en el libreto.
Pero una crisis europea también sería mundial, como lo fue la de los EEUU. Si bien el tremendo hipo que acaba de darse en la bolsa de Wall Street no tiene un vínculo directo con Grecia, el escenario europeo le da un sesgo ominoso. Lo mismo puede decirse sobre la abrupta caída del precio del petróleo, de US$85 a US$75, y cayendo.
El Perú, habituado a un decenio de autoalabanza en los negocios, tiene que volver a parar las antenas frente al peligro. Si bien la exportación sigue creciendo, una crisis europea de todas maneras la podría afectar, por volumen y por precios. Sin embargo no parece haber señales de alarma temprana en el gobierno.
Pero igual la idea-fuerza de que la crisis ha quedado atrás tiene que ser revisada. Entre otras cosas porque los intentos de evitar la repetición del 2008 y de reformar a los responsables, incluso de darles castigos ejemplificadores, están funcionando a media caña en los EEUU.
Licenciaturas apristas
Por Augusto Álvarez Rodrich
¿Qué va a hacer ahora Alan García con el Apra?
Estaba cantado que la resistencia de Omar Quezada en la secretaría general aprista tenía patas cortas pues no iba a durar mucho especialmente después del ultimátum que le lanzó Palacio de Gobierno, lo cual plantea la pregunta de qué quiere hacer Alan García con el partido mientras se viene imponiendo en esta crisis que todavía no acaba.
En el Apra se resisten a hablar de ultimátum, pero eso fue lo que hizo Javier Velásquez Quesquén –convertido hoy en vocero de García– cuando informó del marcado desacuerdo del presidente con la decisión del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido de ratificar a Quezada en la secretaría general.
El premier manifestó el viernes por la mañana que si dicha decisión se mantenía, el presidente se apartaba del partido. Si eso no es ultimátum, pues se le parece bastante. En la noche, en la ceremonia por el aniversario aprista, Quezada tuvo una expresión ambigua: “Por mí sí. Si quieren que me aleje de la dirección de partido, lo hago. Todo por nuestro partido”.
O sea, ‘podría irme pero todavía no me voy.’ Entonces, el CEN, puesto contra la pared para escoger entre García y Quezada, ‘interpretó’ lo dicho por este y decidió “aceptar su pedido de licencia”, aunque lo apropiado sería decir que lo licenció.
Ahora la secretaría general aprista es compartida formalmente por Wilber Bendezú y Javier Morán, pero en los hechos el ganador interno de la crisis –porque en lo externo todos pierden– es el presidente García, lo cual plantea la pregunta de qué podría hacer con este ahora que lo controla.
Sin embargo, parece claro que el problema principal del Apra no es la situación judicial de Jorge del Castillo y Quezada y que, por tanto, la crisis no se resuelve con la licenciatura indefinida de ambos. Esto solo es una expresión del problema.
Porque si bien el Apra es la principal agrupación política peruana, también es cierto que es una carcocha que necesita modernizarse para cumplir la misión de un partido político en una democracia que funciona: además de saber ganar elecciones, tener capacidad de entender los problemas del país, de plantear soluciones y de representar a la población con el fin de actuar como intermediario de las demandas sociales existentes en todo el territorio para darle una respuesta articulada y consistente con una propuesta con sentido integral y nacional.
Ya se verá en el futuro qué quiere hacer García con el partido ahora que ganó el pulseo con Del Castillo y Quezada. Y, también, cómo enfrenta los coletazos de una crisis interna que, sin duda, todavía no termina y que también pretenderá salpicarlo a él, pues seguramente a eso apunta la queja del abogado de Rómulo León con su denuncia de que han desaparecido del CPU incautado a su cliente cien emails de Mirtha Cunza, la secretaria del presidente.
Zafa el bulto
Por Federico Salazar
Falta gobierno. O sea, falta mando. Faltan imaginación y liderazgo. Una muestra de ello es lo que ha sucedido con Cofopri después de las denuncias sobre corrupción.
El presidente Alan García propone trasladar las funciones de este organismo a los gobiernos regionales. Ésta es su solución al problema de la corrupción. No se trata de cambiar a Juan por Pedro, sino de cambiar el mecanismo.
Debe entenderse, entonces, que Juan y Pedro siempre serán corruptos. Debe entenderse, entonces, que el gobierno actual no tiene una forma de garantizar que los funcionarios que designe para Cofopri sean honestos.
“La solución no está en el cambio de personas sino en el cambio de la estructura, de modo que los recursos de Cofopri junto a los del PETT deben pasar definitivamente a los gobiernos regionales, que es también el objetivo de la descentralización”, ha dicho el mandatario.
El Cofopri es el Organismo de Formalización de la Propiedad Informal y el PETT, el Programa Especial de Titulación de Tierras. El Jefe del Estado no tiene idea de cómo designar personas honestas para estos organismos. Por eso propone pasar los organismos a los gobiernos regionales.
El presidente cree que en manos de los gobiernos regionales será más fácil detectar los actos de corrupción. Ésa, por supuesto, es una suposición antojadiza.
Si, por otro lado, el gobierno quiere profundizar la descentralización, debió plantear sus planes desde el inicio. La descentralización no puede ser resultado de reacciones repentinas por denuncias que el periodismo logra poner en agenda.
La transferencia de funciones es una ocurrencia presidencial provocada por la crisis del Cofopri. En esta crisis están involucrados funcionarios designados por el gobierno de turno, o sea, por el gobierno que conduce el presidente García.
¿Nos quiere decir el presidente García que su gobierno no sabe designar funcionarios honestos o que no sabe detectar actos de corrupción?
Lo que no debe suceder es que el gobierno modifique instituciones según las ocurrencias del momento político (y partidario).
Ésa puede ser una salida para recuperar el prestigio de la administración o del partido del gobierno. No es, sin embargo, una solución favorable a la estabilidad institucional. Los intereses del país y del Estado peruano deben estar por encima de los intereses del partido de gobierno.
Zafar el bulto, como se dice, no es una solución. El presidente tiene que librarnos de Juan y Pedro que, en su propia suposición, siempre van a estar involucrados en actos de corrupción.
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