martes, 25 de mayo de 2010

Rumbo a la nueva Convivencia


Por Nelson Manrique
Según los registros del INPE, Alberto Fujimori ha recibido 600 visitas en 28 días entre el 15 de abril y el 13 de mayo; un promedio de 20 visitas diarias, llegando a juntar multitudes, como cuando recibió una visita de 108 personas el 22 de abril (LR, 23/5/10).
Como se ha denunciado, Fujimori ha convertido su centro de reclusión en el cuartel general de campaña electoral del fujimorismo.
Ante esta denuncia el premier Velásquez Quesquén, vocero del gobierno, ha respondido que todo está dentro del marco de la ley. “Sólo se le ve trabajando, el señor está trabajando”, ha redondeado. Esta debe ser una buena nueva para los miles de reclusos que pueblan las cárceles. Ahora tienen un buen precedente para demandar algo más que las tres visitas semanales de familiares cercanos que, hasta donde entiendo, es el régimen actualmente imperante.
En una polémica que sostuve hace algunas semanas con un importante líder aprista en torno a mi libro ¡Usted fue aprista!, este justificó la alianza del Apra con Manuel A. Odría –el mismo militar que los masacró una década antes– en 1962 y 1963 con el argumento de que el ex dictador había obtenido medio millón de votos, y eso representaba una base popular que era necesario tomar en consideración. Le señalé entonces que me parecía escuchar la justificación adelantada de la alianza del Apra con el fujimorismo el 2011: Alberto Fujimori tiene una base social popular y por eso debemos aliarnos con él.
En realidad, las alianzas se hacen sobre coincidencias programáticas, y estas unían al Apra con la oligarquía en los 60. Si la cuestión fuera aliarse con quien tiene una importante base popular, en 1962 los apristas tendrían que haberlo hecho con FBT, que quedó a apenas 14 mil votos de Haya de la Torre y superó largamente a Odría en respaldo popular. Esta alternativa, adicionalmente, fue defendida por importantes líderes apristas como Manuel Seoane y Luis Felipe de las Casas. En un memorándum enviado al CEN del Apra el 26/9/62, Seoane escribió: “Vuelven a producirse movimientos de aproximación a fuerzas políticas retardatarias, representativas del rezago y primitivismo político, en especial la Unión (Nacional) Odriísta ... no existe ningún justificativo de entendimiento con el dictador que más persiguió al Partido”.
Fue similar la opinión de De las Casas: “Por principio, estaba descartado el dictador castrense que asesinó a nuestros compañeros en la persecución iniciada el 27 de octubre de 1948”. Según él, habiendo quedado Odría en el tercer lugar, correspondía apoyar a Belaunde, “que, además, había sido un consecuente amigo durante la etapa de la sangrienta dictadura de Odría” (De las Casas, El sectario, Lima 1981: 249). Como es sabido, tales posiciones fueron desechadas y el Apra se embarcó en las alianzas con la oligarquía, el 62, y con Odría y la oligarquía, el 63, conocidas como “la Convivencia” y “la Superconvivencia”.
El elevado precio que pagó el Apra por ese viraje es ilustrado por la carta de renuncia al Apra que enviaron a Haya de la Torre los hijos de Manuel “Búfalo” Barreto, el héroe aprista procedente del anarcosindicalismo que dirigió la revolución de Trujillo de 1932 y que perdió la vida conduciendo el asalto al cuartel O’Donovan. El 1/12/63, en su carta, Irma Barreto de Ormeño y Manuel Barreto hijo escribieron: “No murió nuestro padre para que el apelativo de ‘Búfalo’, que tan cariñosamente le pusieron los compañeros por su singular vigor y por su valentía, designe a las mesnadas de matones que en las calles, en las universidades, en los sindicatos aterrorizan a quienes discrepan de la línea traidora de los líderes. Y nos valga la oportunidad para proclamar que nada tuvo que ver Manuel Barreto, ni con el asesinato aleve, ni con el terrorismo anárquico y absurdo. No murieron nuestros héroes para eso.
Lucharon por el pueblo, son del pueblo: el pueblo guardará su memoria. No son más héroes o mártires ‘apristas’. Ustedes, líderes del Partido, han vendido ese nombre que nos perteneció a las masas populares, los han vendido a la empresa oligarco-imperialista. ¡Pero los mártires no! ¡Ellos son del pueblo!” (Juan Cristóbal, ¡Disciplina compañeros!, Lima 1985: 240).

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