Por Federico Salazar
Gran revuelo ha causado un conversatorio en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Un revuelo bueno, porque tiene que ver con la seguridad y la lucha contra el terrorismo.
En el conversatorio hubo reclamos para pedir la liberación de Abimael Guzmán. Se pedía la amnistía.
El presidente de la República dijo que eso era inadmisible y que si se repetía, intervendría la universidad. Pedir la amnistía de Guzmán, sostuvo, es hacer apología del terrorismo.
El retorno del terrorismo debe ser cortado de raíz. No sólo en el terreno policial y militar, sino también en el ideológico. No se puede hacer un combate en las ideas, sin embargo, si en vez de ideas sólo se muestra la cachiporra.
La policía debe poder entrar a cualquier recinto, de cualquier entidad, si se comete un delito flagrante. También lo puede hacer con una orden judicial. Las universidades no deben ser áreas en las que no rija la ley.
El problema es que, al menos en lo que ha sucedido, no hay delito. Pedir amnistía para Abimael Guzmán no es apología del delito. Tampoco lo fue pedir (y procurar) la amnistía para José Enrique Crousillat, sentenciado por otro tipo de delito.
El Código Penal define la apología del terrorismo como un caso particular de apología del delito (artículo 316). Establece una diferencia en las penas, pero no en la naturaleza del ilícito.
Pedir la amnistía de cualquiera que cometió delito no equivale a hacer apología de la persona o del delito. Si fuera así, habría que pedir el procesamiento de todos los presidentes que hicieron uso de la amnistía.
Para que haya apología debe haber exaltación del delito o su autor, debe haber incitación a la continuación del delito. Si lo que hubo en San Marcos fue el pedido de amnistía para Abimael Guzmán, no hay hasta ahí ningún acto punible.
Otra cosa, muy distinta, es lo que eso significa. Lo que hay que preguntarse es cómo se llega a un nivel intelectual tan bajo como para pedir la amnistía de un delincuente que ocasionó tanto daño y tantas muertes.
Los alumnos tienen la palabra frente a las ideas erróneas, frente a las posiciones pro delincuenciales. Tienen que debatir y enfrentar, tienen que defenderse intelectualmente de la barbarie.
No dejemos que la sensibilidad sobre el tema nos tape la vista. No dejemos que los pleitos de grupos y filiaciones dentro de la universidad desvíen nuestra atención.
Ninguna estrategia que no se base en el derecho y la ley podrá tener resultados duraderos frente al terrorismo. Sucedió así en la época de Fujimori y, por eso mismo, debemos aprender.
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