¿Cuánto montesinismo sobrevive en la fuerza armada y la policía? En términos de lealtad personal probablemente casi nada. Pero en términos de estilo la secuela de los tiempos del doctor mantiene cierta presencia. Quizás no hay montesinismo propiamente dicho, pero la inclinación de algunos castrenses a tomar atajos frente a la ley goza de buena salud.
En realidad, Vladimiro Montesinos no inventó casi nada. El abuso de los privilegios del uniforme y las armas ya llevaba tiempo manifestándose en diversos grados cuando él apareció en escena. Lo que Montesinos aportó fue su imbricación con la política civil, gracias al vacío de poder creado por la crisis de los partidos.
Cuando eso desapareció en el año 2000 la fuerza armada quedó con una crisis de prestigio y pocas ganas de incursionar fuera de la institucionalidad. Pero los relevos de aquel momento y los sucesivos mantuvieron, incluso en constante ascenso, oficiales que habían pasado por la escuela fujimontesinista de los años 90.
Hubo un pedido de disculpas a la ciudadanía, pero algunos rasgos quedaron. Uno de ellos el bichito de influir en la política a través de los medios, sobre todo promoviendo sus intereses corporativos. Otro el de la tolerancia de bolsones de corruptela al amparo del secreto militar. Ambos a la vista de quien quiera ver.
El paso a una fuerza armada más institucional no dejó de ser traumático. Alguna vez a este columnista le tocó asistir invitado a la ceremonia de rehabilitación de amigos militares agraviados por el fujimontesinismo, y el tenso desagrado de la alta oficialidad en ese momento se hubiera podido cortar con un cuchillo.
En 22 años de olvido ya nadie, dentro o fuera del uniforme, se identifica con Montesinos, el conspirador de Palacio. Las alusiones a su persona tienen que ver sobre todo con un código de conducta sobre el terreno: chuponeo, zancadillas, armado de expedientes, asesorías clandestinas. En general toda la panoplia del lado oscuro de la inteligencia.
A la vez se ha mantenido la idea de una culpa por contacto, en el sentido de la responsabilidad política de quienes colaboraron o fueron complacientes con él. Es decir, todos aquellos que no reaccionaron como los valientes generales Rodolfo Robles o Jaime Salinas Sedó, y flotaron con la corriente.
El montesinismo puede ser considerado un membrete útil sobre todo para referirse a un momento de la historia. También como una tentación de asesoría militar, o como el epíteto referencial para algunas malas prácticas en uniforme. Quizás es hora de buscarle a todo esto un nuevo nombre, que ayude a mejorar la cultura corporativa de los encargados de la defensa y la seguridad.
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