La paradoja del país que no puede pensar en sí mismo
Se fue el 2009, año de sicosociales estadísticos, pero al menos nos dejó una ilusión menos.
Se parece al descubrimiento de MachuPicchu. Michael Porter de la Universidad de Harvard, como antes lo hiciera Hiram Bingham de la Universidad de Yale, anunció un descubrimiento ya conocido: el Perú no tiene una estrategia nacional de desarrollo aún en términos neoliberales.
Aunque me resulta una ruina conocida, la crítica ha sorprendido. Es así porque predomina la ley del silencio y se practica la autocensura periodística La prensa suele hablar de los “empresarios de éxito” pero nunca de los fracasos.; los neoliberales criollos imaginan una revolución capitalista, aunque no hay descubrimientos tecnológicos; hablan de empresas “responsables”, pero pagan bajos salarios y pocos impuestos. Por su parte, el gobierno dice que la pobreza se ha reducido, pero las cifras son discutibles. Los libros más promocionados hablan de Mitos del Capital, Reformas Incompletas o Revoluciones Capitalistas, pero ninguno señala las consecuencias de la nueva doctrina económica y, sobre todo, del trato privilegiado al gran inversionista extranjero. Los neoliberales criollos no quieren una discusión abierta; solo propagandizar logros, y distraer la atención sobre falsos problemas.
Ocultan o ignoran la falta de oportunidades para todos, los problemas creados por la privatización apresurada, el abandono a las PYMES, el asalto a las tierras comunitarias. Tampoco hablan del gigantismo empresarial, el neolatifundismo, y la desnacionalización económica.
Estos problemas, señores de Palacio y el Club Nacional, son consecuencia del modelo neoliberal. Se mantienen incólumes porque conviene a los grandes intereses económicos predominantemente extranjeros. Con sus vastos recursos, financian elecciones. Luego fraguan acuerdos a puertas cerradas para nombrar solo a empresarios y técnicos ortodoxos en puestos claves y hacen lobby. Es de ese modo que aprueban normas sin debate ni consulta, con sesgo a favor de las grandes corporaciones y la propiedad privada. Para muestra, recordemos cómo se aprobaron los tratados de libre comercio, sea con EEUU, China o Chile; o cómo se presenta la protesta de los indígenas (causada por una decisión inconsulta generada por lobbys interesados en la Amazonía), calificados de perros del hortelano.
Cuando el profesor Porter afirmó que el Perú carecía de una estrategia económica, no faltaron las reacciones defensivas. Presto, el presidente declaró que el Perú no estaba para recibir lecciones de extranjeros. En paralelo, Richard Webb calificó la charla de “sermón” y se concentró en las inexactitudes. Webb acierta al decir que Porter erró cuando sostuvo que las empresas multinacionales solo habían comprado empresas existentes. En realidad, ha habido numerosas nuevas inversiones, aunque también compras masivas, siendo la última la de supermercados Wong. Pero Webb olvidó comentar la parte más juiciosa de Porter, quien sostiene que “cuando una inversionista extranjero piensa en una fábrica no piensa en el Perú”.
Es una verdad tan grande como Huayna Picchu. Este desinterés en el país es, obviamente, propio de extranjeros, aunque también les pasa a los peruanos que trabajan para ellos, cuyo cortoplacismo y miopía se han acentuado. Ahí está el problema y no se quiere discutir para que el país siga siendo un vagón de minerales enganchado al convoy de la globalización.
Sin embargo, el problema, termina por emerger tarde o temprano. Léase por ejemplo “La Revolución Capitalista” de Jaime de Althaus, y AmericaEconomía Perú. Ante el argumento que planteara el autor de este artículo el 2005 (“La Mano Invisible en el Estado”), que los sectores más rentables y las principales empresas estaban ahora en manos del capital extranjero, Althaus, al tratar de refutarlo, titulaba un capítulo “¿Desnacionalización económica?” para introducir la duda.
He señalado que estas tendencias las había advertido Tatsuya Shimuzu al comprobar que entre las primeras 100 empresas el 2003, las multinacionales avanzaban más rápido. El 2009 AmericaEconomía ha constatado que 266 empresas extranjeras (de un total de las 500 mayores) representaban el 47% de las ventas al 2007, y concluye, con cierta frivolidad, que existe una “supremacía extranjera”. Ahí es, precisamente, donde Porter toca la herida cuando señala la incapacidad del inversionista extranjero de “pensar en el Perú”, aunque el problema es más grave por cuatro razones: 1) si el capital nacional es menos competitivo, será desplazado más rápidamente, lo que está ocurriendo; 2) aquellos que emerjan, aún si venden a altos precios (Grupo Wong), tendrán más dificultades de colocarse en los nichos más rentables; 3) al predominar el capital extranjero, este tendrá niveles de acceso privilegiados al Estado y mayor influencia, al punto de impedir cambios que vayan contra sus intereses, 4) y para asegurar que no se interfiera con sus planes, neutralizan al Estado, cooptan a políticos y congresistas e influyen en la prensa.
El resultado general es que al estar desnacionalizados económicamente estamos más impedidos como sociedad de entendernos, dificultad que por lógica (hecho no señalado por Porter) se extiende a los peruanos que trabajan para las multinacionales y los organismos internacionales. Quizás el 2010 podamos dejar de lado la propaganda y entrar a un debate sobre los problemas causados por la aplicación de la doctrina neoliberal, que no ha demostrado ser creación heroica sino calco y copia.
Mitos recargados
Viernes 15 de Enero del 2010
Puede ser un buen negocio en el mercado académico estadounidense explotar el tema de los países pobres sometidos a los designios de las transnacionales. Ese es un nicho de investigación y publicaciones para el que nunca faltará material y menos lectoría, pues se trata, en el fondo, de otra versión del “buen salvaje” arruinado por la perversión del sistema capitalista.
El profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, Francisco Durand, por ejemplo, vuelve a la carga con su ya fatigada letanía de la “desnacionalización de la economía” que nos pone en manos de intereses que tienen el poder para lograr que las empresas paguen pocos impuestos y para que el país “siga siendo un vagón de minerales enganchado al convoy de la globalización”, en el que faltan oportunidades y donde las pymes están abandonadas…
Para mantener ese nicho académico no conviene mirar los números, siempre tan fríos, que revelan que nunca las empresas pagaron más impuestos que ahora. En efecto, en 1986, en pleno socialismo del siglo XX peruano, con populismo a viento en popa haciendo crecer el PBI a la fabulosa cifra de 11,7%, con grandes utilidades en las empresas, el Impuesto a la Renta fue el 23% de los ingresos tributarios, todo un récord. Pues bien, en el 2008 dicho impuesto fue el ¡42%! de los ingresos, casi el doble como proporción: el Estado “liberal” resultó mucho más redistributivo.
Tampoco conviene reconocer que con el nuevo modelo económico las exportaciones no tradicionales crecieron (entre 1994 y 2007), en volumen —no en precios—, a una tasa anual promedio 2,5 veces mayor que las tradicionales (minerales), de modo que el vagón tiene cada vez más productos elaborados. Razón por la cual ahora tenemos una industria mucho más articulada y por primera vez el empleo en las provincias ha estado creciendo más que en Lima, abriendo oportunidades que no había antes.
Hay que ocultar que las pymes, lejos de estar abandonadas, han recibido el impulso extraordinario de la revolución del microcrédito que ha crecido a tasas superiores al 20% por lo menos desde 1998, incorporando a más de un millón de microempresarios como nuevos prestatarios. Lo que, sumado a una titulación masiva, ha permitido la emergencia de una nueva clase media en las ciudades.
Es cierto que las empresas privatizadas fueron adquiridas principalmente por transnacionales, porque el querido socialismo anterior había destruido el capital nacional. Pero para qué mostrar que al mismo tiempo han surgido, por primera vez en la historia, nuevos grupos económicos de origen popular (Añaños, Rodríguez, Wong, Flores, Huancaruna, Oviedo, etc.), y que el modelo está permitiendo reconstruir un capital nacional que está generando las primeras transnacionales peruanas, que serían aun mucho más poderosas e importantes si el modelo hubiese estado vigente desde hace casi 40 años como en Chile y no desde hace solo 19 años.
Mitos y leyendas de la revolución capitalista
Por Francisco Durand
Profesor de la Universidad de San Antonio, Texas, EEUU
En su crítica a mi artículo “La paradoja del país que no puede pensar en sí mismo” (1), Jaime de Althaus me imagina como la voz de un “mercado académico estadounidense” que propaga el mito de los países pobres sometidos a las transnacionales (2). Bueno, allá existe un mundo académico, cuyo propósito no es el lucro (a diferencia de universidades tipo Alas Peruanas) y donde existen tantas posiciones como profesores.
Molesto, califica de “fatigada letanía” mi argumento de la desnacionalización económica. Permítanme insistir. Varios estudios identifican una tendencia a la desnacionalización entre las primeras 500 empresas y en el PBI. Es un hecho innegable. Continúa, y tiene graves consecuencias, incluso entre las empresas peruanas de éxito que las multinacionales compran. No es un mito, es una realidad.
En el mundo maniqueo del pasado socialista malo y la milagrosa transformación iniciada por Fujimori que presenta, afirma que crecen espectacularmente las exportaciones no tradicionales. Seguro, pero ¿qué predomina en el PBI si no son las materias primas de siempre? No me parece mal que exportemos manufacturas, pero debemos recordar que surgieron gracias a las políticas de industrialización nacional.
Althaus habla de pymes que 20 años después tienen finalmente crédito a una tasa del 20%. Habría que ver qué garantías piden los bancos (casa, planta) y cuántos acceden a esta oportunidad, sobre todo en provincias. Si además de pagar el préstamo a 20% anual, tienen que retener y devolver un 19% de IGV, y pagar el impuesto a la renta, buena parte de los ingresos se van a los bancos y al Estado. Eso sin contar que pueden sacar crédito de consumo a una tasa de 180% anual. Así no van a crecer, menos exportar en altos volúmenes, que es un club exclusivo de gigantes, hecho que recordara De Soto hace un tiempo.
Sostiene que los grupos económicos de origen popular representan un éxito extraordinario, pero omite que también los compran (Wong). En realidad, los grupos peruanos son jugadores entre medianos y pequeños en Sudamérica y ninguno es jugador global.
En buena hora emergieron, pero no hay que exagerar, lo que producen es simple. Olvida Althaus que los más fuertes surgieron antes de Fujimori, y que se desarrollaron con generosos incentivos que les dio Alan García. Hoy los sigue engriendo. Graña y Montero, accionista de El Comercio, gana licitaciones con una recurrencia inquietante (Interoceánica, Collique, tren eléctrico).
Romero pidió y obtuvo una concesión portuaria en Ancón. En arreglos palaciegos, los mineros evitaron pagar el impuesto a las sobreganancias y dieron a cambio un mísero “óbolo”. Siguen por tanto gozando de rentas y exoneraciones. Las corporaciones están protegidas jurídicamente, ventaja de que no goza ninguna pyme. Este rentismo para grupos y multinacionales parece más continuidad que cambio. Si solo vemos las flores del éxito, la realidad se transforma en mito, que creo es el terreno en el que Althaus ha hecho una gran contribución.
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(1) Publicado el 10 de enero en el suplemento Domingo de La República.www.larepublica.pe/pagina_impreso.php?pub=domingo&anho=2010&mes=01&dia=1...
(2) Publicado el viernes 15 de enero en El Comercio. elcomercio.pe/impresa/notas/mitosrecargados/20100115/397948
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