PARTIDO, LUCHAS, REIVINDICACIONES Y SUBVERSIÓN EN EL PERÚ CONTEMPORÁNEO
(Parte I)
Ricardo Yarasca T.
INTRODUCCIÓN
El tema del presente artículo hace referencia a los antecedentes de uno de los más graves problemas que ha afrontado nuestro país durante la década del 80 del siglo XX: La violencia política, constituido como uno de los problemas fundamentales de nuestra sociedad que tuvo como principales protagonistas al denominado Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso y al Movimiento Revolucionario Tupac Amaru.
Es abundante la literatura aparecida en estos últimos tiempos sobre el tema, pero no con el debido rigor científico ni la objetividad que requiere un análisis serio que permitan dilucidar las causas, esclarecer hechos y los motivos de los orígenes de tales levantamientos armados. La información más de las veces ha sido distorsionada, se han ocultado realidades recurriéndose a la más denotada condena a quienes han planteado un orden alterno al vigente o ha quienes han sido participes o protagonistas en el intento de buscar una sociedad diferente.
Es muy claro en este sentido, que la historia la han escrito siempre los vencedores. Cuando se producen los conflictos sociales el perdedor es erradicado y el vencedor siempre escribe, pues la oficialidad, siempre ha usado métodos de neutralización política y académica en el empeño de negar el examen crítico de la dinámica de las relaciones de poder y los conflictos derivados de la misma.
Una historia elaborada bajo la anterior premisa será siempre el resultado unilateral de los hechos.
Por lo general lo que no se toma en cuenta es, que la violencia social o política que irrumpió a inicios de los años 80 ha sido el resultado de un producto histórico, no surgió de un día para otro, pues los hechos demuestran que nuestra sociedad fue haciéndose progresivamente violenta cuando en el proceso de su formación, los elementos integrantes de ésta no lograron integrarse armónicamente; es decir cuando las relaciones étnicas, económicas, de clase, de espacios regionales y de estructuración del estado, no han fluido de manera continua. Si estas relaciones son consideradas como injustas por gran parte de la sociedad y vividas como formas de violencia que la estructura ejerce sobre ellos mismos, la aceptación y el consenso social resultan extremadamente precarios llegando a formar una sociedad estructuralmente violenta.
Es evidente hasta nuestros días que nuestro país sigue sufriendo graves problemas de unidad como nación y en su conformación como estado dependiente, afectando enormemente nuestras posibilidades de desarrollo. Dominación, corrupción en las cúpulas de poder estatal, marginación, concentración de la riqueza, pobreza generalizada en diversas zonas de nuestro país y la represión son algunos de los elementos más visibles de nuestra realidad.
Es muy importante en el análisis de temas como el de la violencia política la aclaración realizada por Nelson Manrique en el sentido de evitar formas sesgadas de interpretar tal fenómeno, el preguntarnos por las carencias de la sociedad peruana que hicieron suyas como denuncia los grupos levantados en armas. Éstos asumiendo acciones de guerra revolucionaria obedecieron a planes guiados por objetivos políticos definidos. En este sentido la violencia no es, pues, ni gratuita ni irracional ya que se sitúa en el contexto de los objetivos políticos concretos que se proponen alcanzar determinados grupos. [1]
Bajo esta premisa nuestro aporte se orienta a entender la naturaleza de la grave crisis social transformada en violencia en nuestro país lo que nos remite a volver sobre los antiguos problemas históricos que nuestra sociedad no ha resuelto.
No hay que olvidar que en 15 años de violencia política que vivió el país, las Fuerzas Armadas gozaron de una persistente impunidad de facto por falta de voluntad de los gobiernos de turno para asumir la tarea de subordinar a las instituciones armadas a la autoridad civil. Esta abdicación de la responsabilidad de los gobiernos permitió que innumerables masacres de campesinos, la represión sangrienta de motines carcelarios, miles de desaparecidos y asesinatos selectivos cometidos por grupos paramilitares quedaran aun sin respuesta.
Al respecto, Hugo Zalazar de Alcazar comenta sobre aquellos momentos de violencia vividos, que la realidad parecía haber superado a la fantasía. “si usted sale a la calle sin un documento de identidad se convierte en un potencial candidato de detención. Los restaurantes, centros comerciales, oficinas, quintuplican sus medidas de seguridad. Las grandes mansiones residenciales doblan el alto de sus muros perimetrales y los coronan de vallas electrificadas y computarizadas. Hay quien ha llevado a la paranoia al extremo y ha minado su casa y edificio. Lima a la manera de la Colonia, se vuelve a amurallar y a proteger de si misma”[2]
Antes tales circunstancias vividas en el país el historiador Alberto Flores Galindo observó también el ambiente de intolerancia que tendió a dominar la escena intelectual de los años 80, señalando lo siguiente: “frente a un fenómeno como el senderismo no existe la posibilidad de estudiarlo o analizarlo, solo cabe la condena más rotunda, hasta bordear en el reclamo de la pena de muerte. Con unos o con otros. No hay término medio. La lógica del terror o de las zonas de emergencia traspuesta al mundo universitario. Si un autor no muestra que a lo menos escribe desde el poder, razonando como si fuera un miembro de las fuerzas armadas, o un sociólogo asimilado a la policía. Se vuelve un sospechoso”[3]. Similar explicación nos cometaria Wilfredo Kapsoli en una de sus clases de maestría en la UNMSM, hace unos años, sobre los motivos del giro en sus estudios sobre los temas de los movimientos campesinos en los momentos del conflicto armado.
Por otro lado la situación carcelaria de los presos políticos pasó a ser de las más condenables por las condiciones infrahumanas impuestas que parecieron ser pensadas para destruir a estas personas. Se aprobó un régimen carcelario durísimo aplicable sin ningún tipo de distingo o consideración. Esto como parte de una legislación antiterrorista calificada con las más severas del mundo según la Comisión Goldman. En una entrevista hecha a Pilar Coll sobre el tema señala por ejemplo la prohibición de televisión, radio o periódicos para los internos “se dice para que los terroristas no puedan celebrar sus éxitos” se constituía en un hecho inhumano, igualmente como lo de las 23 horas y media encerrados y solo media hora de patio; o que celdas de 3 por 3 tengan que ser compartidas por tres personas y refiriéndose al penal de máxima seguridad, al que conoció directamente, nos dice: “en Castro Castro, casi no se dispone de Luz: no está puesta en las celdas sino en los corredores y de manera alterna, de tal forma que si llega a una a la siguiente no. A partir de las 6 de la tarde ya no se puede hacer absolutamente nada. Esto es capaz de desestabilizar emocionalmente a cualquiera”.
Sobre las vistas a los presos políticos, indica Coll, fue excesivamente severo: “La media hora al mes de 2 familiares directos, se convierte en 20 minutos y se da en unas condiciones en las que es muy difícil la comunicación. Son normalmente 10 internos y 20 familiares hablando a la vez sin ningún tipo de separación entre el uno y el otro, con lo cual se entienden a gritos y con una distancia de medio metro entre las dos mallas, ni siquiera se llegan a ver bien las caras.” Entre otros aspectos carcelarios concluye Coll: “el régimen de alimentación es también deficiente. Básicamente reciben una comida al día e infusiones en la mañana, más dos o tres panes, y uno en la tarde. Los familiares pueden llevar comida pero una sola vez al mes. No hay medicinas y la atención es totalmente insuficiente. Alguien puede tener una orden médica de salida al hospital y pueden pasar varios meses sin que ocurra por falta de gasolina o custodios. El 12% de los internos de Castro Castro tiene tuberculosis. La gente menos implicada tiene más problemas de salud porque somatizan su situación, mientras que los convictos y confesos son mas resistentes porque se apoyan en su ideología”[4]
De la misma manera estudios realizados por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos revelaron sobre acusaciones falsas a personas inocentes que tuvieron que purgar prisión por varios años, sin haber tenido ningún tipo de vinculación voluntaria con Sendero Luminoso o con el MRTA. En una publicación referida a personas inocentes que injustamente fueron acusadas de terrorismo indica: “sabemos quienes son, donde están, sus nombres, los de sus hijos, padres, hermanos, amigos, sus historias, como fueron detenidos, muchas veces presentados con trajes a rayas y torturados, enjuiciados por jueces sin rostro, tribunales militares, sin abogado, violentándose todas las garantías elementales de lo que la civilidad ha llamado juicio justo” añadiendo : “sabemos que son inocentes pero siguen presos. La mayoría ha cumplido un promedio de entre cinco años y siete años de injusta prisión… Todas víctimas del autoritarismo del régimen en el ejercicio de la función jurisdiccional, víctimas de esa tradición nacional de una justicia temerosa y sumisa frente al poder (económico y político) y envalentonada y abusiva frente al pobre, al débil”.[5]
Aunque resulte difícil de creer, estos abusos señalados además de las masacres y matanzas producidas durante todo el tiempo de la violencia política se produjeron durante los gobiernos “democráticos” de Fernando Belaunde Terry (1980-1985) y de Alan García (19985-1990) y Alberto Fujimori (1990-2000)
Hoy más que nunca se hace necesario reconocer las experiencias históricas de las cuales se puedan extraer enseñanzas y así poder construir una visión integral de nuestra realidad sin que esto deje al margen nuestras acciones valorativas de reivindicación del socialismo y el marxismo como soportes de la construcción de proyectos alternativos al actual sistema capitalista.
En este sentido asumimos una opción reivindicativa con los sectores populares que aparecen como generadores de organización así como con sus sentimientos y objetivos, es decir con aquellos que no existen para la historia oficial.
La enseñanza de la historia debe buscar hacer recuperar el ejercicio de la comprensión que solo es posible cuando el pasado se incorpora estrechamente como experiencia colectiva del presente en que vivimos.
En esta primera parte se señalan aspectos más importantes sobre los orígenes, antecedentes del PCP y las luchas sociales y políticas de la época antes de la irrupción de la lucha armada iniciada en los años 80.
EL PARTIDO COMO ORGANIZACIÓN POLÍTICA DEL PROLETARIADO
Para dilucidar la irrupción de los movimientos subversivos en el país en la década del 80 debemos remitirnos hacia un elemento de vital importancia como es el origen del Partido Comunista Peruano en 1928, fundación que precede a los grandes hechos de la década del 30 momentos que se vieron afectados por la gran crisis mundial y del imperialismo, tiempos de gran desocupación, de represión contra los trabajadores, de ilegalización y de grandes luchas del movimiento sindical. Una época muy dura para los obreros y campesinos del país.
El contexto económico social previo a la fundación del Partido Comunista está caracterizado la extensión de la propiedad monopólica en el agro, la minería y la industria urbana. Aparecen en la costa los obreros asalariados y en las áreas desocupadas por el capital monopólico los campesinos indígenas son sacados de sus comunidades y expuestos a una distinta relación social y cultural. Las bases económicas de los sectores dominantes se encontraban en comercio, la minería, la banca y la agricultura de exportación, lo cual fue en parte consecuencia del rol del nexo entre el país y el mercado externo, el Perú y los intereses imperialistas, tanto ingleses como norteamericanos.
En el caso de la minería, la extracción del cobre y de la plata implicó que cerca de una centena y media de mineras peruanas, fueran absorbidas por lo que fue la Cerro Cooper Corporartion controlado por capitales norteamericanos. Igual ocurrió con el petróleo. En el caso del azúcar lo mismo, dándose como resultado la transferencia de tierras de medianos y pequeños propietarios del valle del Chicama a tres grandes conglomerados industriales.
En el aspecto político se produce la caída de Leguía, el ascenso de Sánchez Cerro, y posteriormente la etapa transitoria que culmina con el gobierno de Benavides. Durante esta época existieron tres corrientes fundamentales en el seno del proletariado: la anarcosindicalista, la comunista y la aprista, la primera fue perdiendo fuerza durante la década y casi desaparece dentro del rol jugado por el movimiento obrero. Hay que reconocer que el anarcosindicalismo jugó un gran papel de 1918 a 1927; ella dio origen a las primeras huelgas, a la gran huelga de 1918, a la de 1919, a las jornadas de las 8 horas, la lucha por el abaratamiento de las subsistencias, y tuvo influencia en la formación de la Federación Obrera Peruana del año 1922 hasta 1927. Pero ya en este último año es la acción de José Carlos Mariátegui la que prevalece en el seno de movimiento obrero y la que desde ahí se esfuerza por dotar al proletariado de una conciencia de clase, por fijar los principios del sindicalismo clasista y sobre todo por darle una organización nacional que culmina con el surgimiento de la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP).
Para Mariátegui la conciencia de clase a la que hacía referencia, no debía traducirse “en declamaciones hueras y estrepitosas…”, sino debía traducirse “en solidaridad con todas las reivindicaciones fundamentales de la clase trabajadora. Señalando además que debía traducirse en disciplina. “No hay solidaridad sin disciplina. Ninguna obra humana es posible sin la mancomunidad llevada hasta el sacrificio de los hombres”[6]
Los estudios de Cesar A Guadalupe, señalan que de 1928 a 1930 el Partido fundado y conducido por José Carlos Mariátegui poseyó una gran iniciativa organizativa como política y cultural que le permitió desarrollarse y contribuir al desarrollo del movimiento social. Es decir, que el trabajo emprendido por Mariátegui hasta 1930 puede ser considerado como fundacional. Las preocupaciones estaban centradas en los objetivos políticos de largo plazo y, por lo tanto, la actividad apuntaba a la creación de instrumentos sólidos consistentes como el frente único, alternativa ante una realidad en que el movimiento clasista era muy limitado e incipiente. Para Mariátegui el frente único no significaba “la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una sola doctrina, sino una acción contingente, concreta práctica”[7]
Es así que se puede percibir que todas las actividades del partido fundado por Mariátegui se veían enmarcadas en un discurso ideológicamente principista en la perspectiva de un objetivo político visualizado en el largo plazo. Las actividades fueron pacientes, se evitaban riesgos innecesarios y la propia existencia del partido y de la célula de los siete eran realidades clandestinas[8], pues ya para estos momentos el régimen denominado como el “oncenio” asume una conducta a la vez paternalista y represiva contra el proletariado, decidido hacer del Perú una “patria nueva” a través del despliegue de obras públicas, de articulación del espacio peruano a través de la construcción de caminos mediante la política de conscripción vial eufemismo que utilizaba la utilización compulsiva de mano de obra indígena, abriendo mercados y apelando a la masiva inyección de capitales norteamericanos.
En términos económicos, las exportaciones fueron dinámicas por el concurso del azúcar, del algodón (sembrados en áreas agrícolas, cada vez más grandes como consecuencia de la expansión de la frontera por políticas de irrigación), del cobre, del petróleo, y por el impulso derivado de masivas inversiones del capital norteamericano. Pero esta bonanza estuvo supeditada al desempeño del mercado y del capital internacional.
En cuanto a política exterior estadounidense, fue una etapa de intervención abierta a la política latinoamericana: la intervención de Santo Domingo, Haití, Nicaragua, la imposición de la enmienda Platt a Cuba. Tal como indica Carlos Malpica este tipo de política se le denominó “diplomacia del dollar”, o política del Big Stick” que traducción a nuestro idioma significa del “Gran Garrote”. Su más típico representante fue Theodore Roosevevelt del Partido Republicano.[9]
Es entre marzo y mayo de 1930 que las líneas de trabajo iniciadas por Mariátegui van dando un giro transformador. En reunión del Comité central organizador del Partido Socialista del Perú (01 y 04 de marzo de 1930) se designa a Eudocio Ravines Secretario General y se aprueba la filiación a la III Internacional, como resultado de esa reunión Luciano Castillo, decide renunciar como lo habían hecho antes F.L Chávez León, Teodomiro Sánchez entre otros miembros del Comité Central. En octubre del mismo año se da una ruptura transcendental para la historia del Partido Comunista del Perú: la implementación de la táctica clase contra clase, que entre otras cosas, significó el poner la meta final (traducida como república soviética) en el orden del día y desarrollar una política sectaria con evidentes desviaciones que contribuyeron decididamente al aislamiento político del PCP, en fin desviaciones de izquierda, con resultados de derecha en concreto.
La acción comunista de los años treinta se traduce también en una intensa actividad de agitación social y de articulación con el movimiento obrero, momento histórico en realidad óptimo desde el punto de vista de la situación social y de la crisis política del poder oligárquico, se pudo trabajar en función de concretar un esquema de insurgencia popular generalizada, pero no se hizo porque la concepción de clase contra clase y sus tácticas orientadas exclusivamente hacia la acción del sector obrero, le impedían una alianza con otros sectores antioligárquicos. Es decir que en lugar de plantearse una línea adecuada de formación de la alianza obrero campesina, se lanza a la clase obrera aislada al frente de combate, se la lanza sola, este error estaba a la base del planteamiento de la formación de los soviets a partir de la huelga minera, de ahí que la clase obrera sufriera en su dirección partidaria derrotas, con la ilegalización del Partido Comunista, la desorganización de la CGTP, las masacres en el centro, las persecuciones y detenciones. Esta represión estatal se dio casi de forma ininterrumpida y consagró sus propios métodos e instrumentos. Tales fueron los casos que el Presidente Samanez Ocampo decide inaugurar las deportaciones a Madre de Dios.
La Junta de Gobierno de Samanez Ocampo que transitoriamente asumió el gobierno despliega una política duramente represiva en los primeros meses de 1931. En marzo dicta el D.S. 7060, que declara el estado de sitio en Lima y Callao. El 28 de mayo da el D.S. 7166 por el cual declaraba que toda huelga producida en cualquier departamento conduciría automáticamente a la suspensión de las garantías constitucionales, en dicho departamento. Este Decreto se dicto a los pocos días de que se produjo una masacre en Cañete, cuando los obreros agrícolas de seis sindicatos fueron reprimidos con un saldo oficial de dos muertos. Al mismo tiempo se producían huelgas también y movimientos en el Cusco, Arequipa, Mollendo y Talara. La ola represiva provocó la inmediata movilización de rechazo por parte de obreros y estudiantes en Lima. La FEP realiza una movilización el 3 de junio, en la cual participaron obreros y estudiantes de manera conjunta. En el mitin, realizado en la plaza de armas habían obreros de Cañete, Talara, choferes y portuarios. Obviamente esta movilización fue duramente reprimida. Como saldo quedó la muerte del chofer José Luis Perla. Es necesario tener en cuenta la importancia del sector estudiantil en la década del 30 en que la Federación de Estudiantes estaba dirigida por miembros del PC o vinculados al PC, como Mario Samamé y el Médico Tomás Escajadillo.
Otra de las acciones de la mencionada Junta Transitoria de Gobierno, imponente para solucionar las demandas de los sectores sociales desfavorecidos, fue organizar el engaño que se conoció como “complot revolucionario” y el 11 de junio decreta el estado de sitio en toda la República y establece la Ley marcial señalando que las fuerzas armadas encargadas de resguardar el orden público durante la vigencia del estado de sitio podrán hacer el uso de sus armas para reprimir cualquier manifestación publica...” Al día siguiente se derogó dicho Decreto considerando que solo les bastaba con el estado de sitio.
Luego ya en el poder Sánchez Cerro, continuando con la represión, le corresponde la utilización del Artículo 53 de la Constitución (que proscribía a los partidos de organización internacional) y la promulgación de la Ley de Emergencia, que mantuvo su vigencia hasta 1945 afectando derechos y principios constitucionales, adicionándose la Ley 7491 de marzo de 1932 por la cual se estableció, con carácter retroactivo, la pena de muerte. Por su parte, poco después, el Gobierno de Benavidez sancionó la Ley de Defensa y Seguridad de la República (Ley 8505) estos mecanismos permitieron a los gobiernos contar con marcos legales para la persecución política y sindical, como para someter a los acusados a cortes marciales. Esta legislación represiva y las condiciones internas de orientación política al interior del Partido causaron grandes estragos para el creciente movimiento popular generado.
Para esos momentos las acciones encaminadas por de Ravines quien estaba a la cabeza del Partido, tuvieron una concepción totalmente extraña a la ideología marxista leninista, concordante sin duda, con el objetivo pequeño burgués, propio de su origen, en el fondo conservó la mentalidad aprista, pese a su alejamiento con ese partido. Es posible que tratara entonces de acomodar el desarrollo de los problemas políticos a sus propios deseos y a sus posiciones ventajistas, sin tomar en cuenta la realidad objetiva.
En opinión de César Lévano en una critica respecto al fiel internacionalismo proletario de Ravines contrario a Mariátegui, reconoce que fue fatal para el movimiento Comunista Peruano. Pues “su acción aventurera en Mal Paso en 1930, alejada de los niveles de conciencia y sentimiento de las masas, cedió al terreno de la eficacia política del Apra. El aprismo creo el diario “la tribuna”, mientras el PCP se refugiaba en “hoz y martillo”; Haya nucleó a los intelectuales jóvenes, en tanto que Ravines fustigaba a los “pequeñoburgueses” y encapsulaba a los cuadros obreros en un gheto marginal; el aprismo participó en las elecciones de 1931, en tanto el PCP lanzaba candidaturas puramente agitatorias[10]
Durante el gobierno de Oscar R Benavidez, en 1934 Ravines cayó preso, pero logró huir del hospital de Guadalupe y con ayuda extranjera, salió al exilio. La dirección del Partido pasó a manos de Julio Portocarrero y Nicolás Terreros.
De 1936 a 1942 la vida del partido no es legal o cosa que se el parezca, a pesar de lo cual contó con sus márgenes de acción poco mayores, que seguramente fueron más amplios para las acciones de apoyo al Prado como candidato oficial a la presidencia de la República quien al obtener el triunfo presidencial nombró a varios dirigentes comunistas en importantes posiciones durante su primer gobierno (1939-1945) Tal fueron los casos de Armando Bazán ubicado en la Secretaría del la Presidencia ; Esteban Pavletich como asesor, Juan P. Luna como Diputado por Lima quien laboró en una dirección de trabajo; Juan Barrios de Mendoza ocupó también un alto cargo.
En 1942 y el siguiente se pronuncian dos hechos importantes para el PCP: la separación de Eudocio Ravines del Partido (marzo de 1942) y la disolución de la Internacional Comunista (junio de 1943). En todo este periodo salen expulsados varios militantes como Martínez de la Torre, Portocarrero, Larrea, Navarro Madrid, Zerpa Armando Bazán[11]
Para cumplir con las leyes que excluían a los partidos políticos internacionales, el PCP, cambio oficialmente de nombre por el de Vanguardia Socialista del Perú en mayo de 1945, y con ese nombre apoyó la candidatura oficial de José Luis Bustamante y Rivero y obtuvo 5 de los 153 escaños de la Cámara de Diputados, pero ninguno de los 49 asientos del Senado.
Una vez en el poder Odría, instalado por golpe de estado, automáticamente declaró fuera de la ley al Partido Comunista y Aprista, más en las elecciones del 2 de julio de 1950, en las que Odría se presentó como candidato único, su triunfante lista de senadores por Lima incluyó al dirigente comunista Juan P. Luna. Su conducta dio suficientes razones para expulsarle del PCP. No quedaban dudas entonces sobre la colaboración de Luna a la reacción. En este periodo de reorganización, el PCP estuvo dirigido por Manuel Ugarte, elegido Secretario General en el III Congreso Nacional (agosto de 1948), aunque en realidad Jorge del Prado, Jorge Acosta y Barros seguían siendo los más influyentes miembros del Comité Central.[12] Nuevamente se tuvo que encarar una de las más duras arremetidas policiales, la intervención de los locales del partido, clausura de sus imprentas, apresamiento persecución y torturas, siendo deportados muchos de sus militantes a raíz de dación de una norma general de excepción denominada “Ley de Seguridad Interior de la República” (Decreto Ley 1104) destinada a juzgar “todos los casos de delincuencia político –social”.
La gama de delitos previstos en esa norma, señala Diego García Sayán, era extraordinariamente amplia. Iba desde “propalar noticias falsas” hasta “adherir a doctrinas foráneas”. El delito consumado merecía la misma calificación que el delito frustrado. Las penas para la mayor parte de los delitos allí previstos iban desde la multa hasta la expatriación, pero “… cuando se atentare contra la organización del estado y la paz interna de la república…” se podía aplicar la pena de muerte. El fuero competente era el fuero Militar y los procedimientos sumarios. Un aspecto crucial de dicha ley consistió en facultar al Ministerio de Gobierno y Policía (hoy Ministerio del Interior) a tomar las “disposiciones preventivas” destinadas a impedir que se cometan los delitos tipificados en dicha ley. Esas “disposiciones preventivas” que no requerían que el detenido pasase a disposición del juez, dieron lugar a un sin número de arbitrariedades cometidas por el poder central por medio de detenciones arbitrarias, allanamientos de domicilio, deportaciones de ciudadanos, etc.[13]
Respecto a las medidas impuestas por el gobierno represivas el poeta Leoncio Bueno rememora las leyes del gobierno del Presidente Benavidez con las cuales las cortes marciales aplicaron los famosos ‘500 días’ por el solo “delito” de ser militante o prestar adhesión ideológica a los partidos entonces fuera de la ley PCP y PAP. Un político o sindicalista procesado podía darse por bien servido si resultaba confinado en el penal el Sexto, la Cárcel Central o el Panóptico. “Pasar los 500 días en el Frontón le ponía la carne de gallina al más fogueado” [14]
Este cuerpo legal represivo se configuraba en el sustento de los cambios económicos y de las incipientes tendencias de tecnificación del capitalismo imperialista de base semicolonial y los primeros signos de crisis de los sectores precapitalistas en nuestra sociedad, lo que generó una progresiva liberación de la mano de obra que migraba desde el campo hacia las ciudades, formando un mercado de trabajo y de consumos urbanos, cada vez más importantes. Estas tendencias se intensificaron y aceleraron a partir de 1950, por la ampliación de la penetración imperialista y la correspondiente ampliación de la base exportadora del país, a favor del auge de las exportaciones minerales durante la guerra de Corea y con la implantación de la industria de harina de pescado inmediatamente después. Los mayores recursos que tenían a su disposición tanto la burguesía como el estado .permitieron la iniciación de rápidos cambios en el carácter de la dominación imperialista, por el establecimiento bajo de su control principal, de un aparato industrial urbano destinado básicamente a la producción industrial de sustitución de importaciones lo que permitió el logro de innegables pero desiguales mejoras económicas y sociales conduciendo a una creciente explosión demográfica.
Hacia el Año 1953 se produce otra grave crisis en al dirección del Partido Comunista Peruano y en este proceso de reestructuración algunos grupos se dirigieron hacia el troskismo, otros pasaron a apoyar a Odría, un tercer grupo se aproximo al PCP formando para el efecto el Movimiento Obrero Marxista Leninista (MOML). Otro brote fraccional estuvo dirigido por Virgilio Roel en el intento de formar la vanguardia marxista leninista quienes tuvieron la rotunda oposición de la dirigencia partidaria del PCP determinada en el XV pleno del Comité Central la que se confirma más adelante con la II Conferencia Nacional de 1960.
Ya para estos momentos Ferdinan Cuadros, Ernesto Moore Barionuevo, José Villalobos Ampuero y Saturnino Paredes dirigentes del PCP participan en a formación del Frente de Liberación Nacional (FLN) que al miso tiempo que el (FIR) se proponen orientar la acción revolucionaria.
En 1956 se inauguró lo que se conoce con el nombre de la “convivencia” régimen donde el partido Aprista se compromete en sostener el régimen democrático de Manuel Prado – vinculado a la oligarquía financiera – asumiendo una corresponsabilidad en la mantención de la estabilidad del sistema político a cambio de la legalidad y su incorporación a la vida política, después de largos años de clandestinidad. Fue en este año que determinados sectores democráticos y progresistas buscaron la unidad para apoyar a un Belaunde que fungía de progresista, contra las candidaturas oligárquicas de Prado y Lavalle. En 1962 la izquierda buscó un camino independiente; tan independiente que se presento a elecciones fraccionada en tres. La división y la debilidad de la izquierda trajeron como resultado un fracaso casi total.
EL FRACCIONAMIENTO DE LA IZQUIERDA PERUANA
El movimiento comunista internacional había sido objeto de grandes transformaciones para ese entonces; la muerte de Stalin permitió que desde la Unión Soviética empezara a aflorar la “coexistencia pacífica”, como la vía de asumir las relaciones con EE.UU. en momentos que se consideraba en inferioridad militar, focalizando los conflictos sin llegar a una guerra abierta, pero trabajando a la vez en la suficiente acumulación de fuerzas. A su vez, China Popular planteaba una disputa del liderazgo dentro del movimiento.
A lo largo del decenio de 1960 hasta el golpe militar de 1968 se constituye en una etapa de ascenso de las luchas de las masas populares confrontadas a los efectos de sucesivas crisis económicas y el agotamiento del estado oligárquico, las huelgas de los trabajadores se volvieron más frecuentes, pero eran controladas y reprimidas mediante técnicas tales como la manipulación y soborno de los dirigentes sindicales o el envío de tropas. Las más severas de las represiones. Tan solo para dar un ejemplo en el sector minero ocurrió en 1963 cuando tropas del ejército ocuparon la Oroya, pueblo donde estaba situada la fundición de la minera Cerro de Pasco Cooper Corporation, apresando a todos los dirigentes sindicales. Cabe señalar que el progresivo avance de la organización sindical y política de trabajadores y la acumulación de experiencias de lucha fueron afirmando una mayor autonomía de clase del movimiento obrero y la quiebra de los políticos clientelistas, conciliadores y reformistas que dominaron en su seno, llevando al desplazamiento de la hegemonía aprista y al surgimiento de un movimiento clasista.
En el plano económico en esta década se empieza a adoptar otro modelo, esta vez de corte “estructuralista- cepalino” que pone énfasis en el desarrollo industrial interno con protección arancelaria (sustitución de importaciones) e incremento del rol del Estado, pero al privilegiar a la industria se sacrificó a la agricultura, y se descuidaron el déficit fiscal y el déficit externo. Nuestra subordinación al exterior continuó con crecientes requisitos de insumos, tecnología y financiamiento para una industria que crecía pero con carácter oligopólico y orientado a un mercado cautivo externo. La pobreza en el agro se acentuó, las migraciones a las ciudades aumentaron y empezó a surgir en forma masiva el subempleo urbano.
Es a fines de 1963 e inicios de 1964, que se produce otra grave ruptura en el interior del Partido Comunista Peruano, ésta afectaría a todo el desarrollo de la izquierda en el Perú precisamente en momentos que el movimiento social se encontraba en pleno ascenso y donde evidentemente la mayor parte de articulación, coordinación y conducción debió corresponder al Partido Comunista Peruano si se tienen en consideración que para estos momentos los cambios en la economía permitieron la revitalización del movimiento obrero especialmente en sus sectores nuevos y por la ampliación de la actividad minera, pesquera, así como en algunos núcleos de capas medias asalariadas, en especial a magisterio y bancarios.
Como se ha señalado, la pugna internacional entre china y la Unión soviética respecto de los contenidos y opciones del comunismo y su construcción revolucionaria repercutieron notablemente en el interior del comunismo peruano que se encontraba demasiado vinculado a las decisiones de afuera, y lo que produjo el enfrentamiento de tendencias entre las posiciones pro-chinos y pro- soviéticos. Fue en la IV Convención a fines de 1963 que se da la separación de los primeros, que inmediatamente crearían un partido de orientación maoísta: Partido Comunista Peruano Bandera Roja. Era el inicio de la división. A partir de 1964, las bases el Comité Central del PCP convocaron a su IV Conferencia Nacional. Tras un intenso debate teórico sobre marxismo leninismo y revisionismo, los delgados maoístas llegaron a dominar la situación y precedieron a expulsar a los dirigentes prosoviéticos, especialmente a Jorge del Prado, así como a sus compañeros Raúl Costa, Juan Barrios, Feliz Arias Schereiber, Rodolfo Díaz entre otros. En esta ocasión el dirigente campesino Saturnino Paredes ofreció una conferencia de prensa, durante la cual declaró que el PCP apoyaba la “recuperación de las tierras por los campesinos” y se solidarizaba con la revolución cubana.
El campesinado quería recuperar sus tierras, librarse de la servidumbre y que se respete sus sindicatos. Sobre la base de la Federación de Yanaconas y Campesinos, se organizó en 1956 la Confederación Campesina del Perú (CCP), bajo el liderazgo del Partido Comunista. Dicha organización estuvo vinculada a la organización y las luchas campesinas de la sierra, en especial de la región del Cusco. La reacción de los hacendados y gamonales y autoridades locales frente al despertar campesino, desencadenó represiones y luchas de mayor magnitud. Ocurrieron matanzas de campesinos en varias haciendas y comunidades, de igual modo los obreros continuaban golpeados por la crisis, pedía mejores salario; lo mismo exigía los sectores de la pequeña burguesía.
Para los integrantes de Bandera Roja el significado de la IV conferencia Nacional del Partido Comunista, realizada en enero de 1964, constituía un gran hito en la historia del Partido, en el cual se planteó iniciar una nueva etapa en la orientación y dirección de partido señalando “el retorno del camino de Mariátegui”, lo que les significaba “en teoría adherir al marxismo leninismo y, en la práctica desarrollar la violencia revolucionaria para aplastar la violencia reaccionaria e implantar la dictadura de democracia popular, en esencia la dictadura del proletariado” [15]
Es decir que el Partido Comunista de tendencia maoísta formado a partir de 1964, se nutrió no solo de sus bases campesinas sino que arrastró en su interior a la totalidad de la Juventud Comunista Peruana, cuyos lideres importantes provenían de sus contingentes universitarios forjados en la FER, brazo principal de la lucha antiaprista en las universidades.
De este modo el Partido Comunista oficial volvía a reducirse y a ser atacado por otros grupos de la izquierda, mientras que del Partido Comunista pro-chino, surgían otros partidos marxistas leninistas que diversificarían aun más izquierda, dando paso aun innumerable secuencia de rupturas. Los diversos comités regionales empezaron a tener serias diferencias con la conducción de Saturnino Paredes, produciéndose la primera escisión importante de la época, cuando ambos comités regionales, como Lima y en el Cusco, se apartaron para formar el PCP “Patria Roja”.
En esta dispersión surge y se fortalece la fuente maoísta, que sectores de la izquierda adoptaron como una corriente singular de pensamiento y acción comunista, pero de gran importancia en el Perú por razón del factor campesino.[16] Para entonces la regional Ayacucho ya era todo un germen de partido liderado por el Dr. Abimael Guzmán Reynoso.
En estas condiciones la influencia de la izquierda marxista empezó a crecer cada día más tanto en el estudiantado, la clase obrera y el campesinado, que seguía luchando por sus más justas reivindicaciones, mientras que en un sector de la pequeña burguesía surgirarán nuevas tendencias reformistas como el belaundismo y la Democracia Cristiana.
En efecto, las nuevas movilizaciones de los trabajadores tanto de obreros como de campesinos fue objeto de una represión violenta. Ésta brutal represión, comenta Aníbal Quijano, se da a comienzos de 1963 y 1964 sobre todo en contra de la Federación de Trabajadores Metalúrgicos y de la Federación de Empleados Bancarios. La primera de estas federaciones encabezó una masiva huelga de toda la rama, con ocupación de fábricas, toma de rehenes, mítines callejeros. Su represión culminó con la expulsión de casi un centenar de trabajadores dirigentes de sus centros de trabajo y con la creación por el APRA de una nueva Federación. La segunda sostuvo una prolongada huelga, con apoyo masivo de sus bases, que fue quebrada incluyendo la expulsión de 600 trabajadores, permitiendo a los apristas retomar el control burocrático de esa Federación. Poco después los trabajadores pesqueros se declararon en huelga en 1966 consiguieron un relativo éxito en sus reivindicaciones y arrasaron a la dirección aprista coludida con los empresarios pesqueros, afirmando una dirección más, combativa.[17]
Paralelamente el movimiento de sindicalización campesina y de recuperación de tierras, iniciado desde 1957, y que había logrado movilizar a vastos sectores campesinos, fue también sangrientamente reprimida, en 1960 en Rancas en el desalojo de los comuneros de sus tierras de pastoreo por la minera Cerro de Pasco C. que añadidas a la matanza de mineros en Toquepala, llevó a la CTP a realizar un paro nacional de protesta el 13 de mayo de 1960, con el encarcelamiento de sus principales dirigentes y la masacre de numerosos grupos, así como también fueron aplastados los intentos guerrilleros que pretendieron darle un nuevo impulso a esas luchas. Simultáneamente a la represión sobre el campesinado se inició una fuerte represión a la izquierda en general.
En efecto, el 5 de enero de 1962 – bajo el pretexto de otro complot comunista, luego de una huelga en Cerro de Pasco y la Oroya -, se llevó a cabo una gran redada, donde cayeron más de 2,000 dirigentes políticos, sindicales, campesinos y estudiantiles; que fueron enviados por la Junta Militar de Gobierno al Frontón y al Sepa. El gobierno atribuyó dicha violencia al Frente de Liberación Nacional, y envió al general Germán Pagador Blondet, Ministro de Gobierno y Policía, a controlar personalmente los disturbios.
Sobre estos hechos las investigaciones de Daniel Materson señalan que a fines de 1962 se produjeron sangrientos desordenes en las minas de la Oroya y en las grandes plantaciones azucareras cercanas a Chiclayo. La Junta de Gobierno reaccionó con energía y en la primera semana de enero detuvo a numerosos líderes laborales comunistas y de otras tendencias de izquierda, poniendo fin a la relativa libertad que hasta entonces habían tenido en su esfuerzo por captar nuevos adherentes. A los excesos de la Oroya siguieron, el 2 de enero de 1963 enfrentamientos aun más violentos entre los trabajadores y la policía en la hacienda Patapo, en la zona azucarera cercana a Chiclayo donde una serie de incendios provocados por los manifestantes causaron grandes perdidas para los dueños de las instalaciones. En los posteriores enfrentamientos entre la Guardia Civil y los trabajadores murieron tres personas y veinte resultaron heridas. La noche del 4 de enero la policía y otros agentes del gobierno arrestaron a más de 800 conocidos comunistas y miembros de otros grupos izquierdistas en un esfuerzo coordinado a lo largo de todo el Perú. Mas de 300 personas fueron arrestadas en Lima, incluyendo al general (r) Cesar Pando Eguzquiza, candidato presidencial del FLN en las elecciones de 1962. También fueron arrestados Luis Alvarado del Sindicato de Trabajadores Bancarios y Guillermo Sheen, Presidente del sindicato de Comerciantes. Ambos sindicatos estaban controlados por los comunistas [18]
A pesar de la dispersión en que se hallaban los diferentes grupos de izquierda en los años 60 se puede decir que también se realizaron diversos esfuerzos de coordinación y unidad para la lucha guerrillera. El local del MIR fue entonces escenario de decenas de reuniones con jefes y subjefes de los grupos marxistas sin que se llegara a ningún acuerdo unitario. En el valle de la Convención, de la Puente Uceda se reunión con Hugo Blanco en un intento de coordinación que tampoco alcanzó éxito.
Pese a estos esfuerzos previos y seguramente por la naturaleza y contenido de los mismos la unidad no fue alcanzada a pesar que desde 1961 diversas acciones se encaminaban a la preparación y obtención de recursos para las guerrillas, casos como el asalto al Banco Popular en febrero de 1961y al Banco de Crédito de Miraflores en abril de 1962 son casos concretos de que estaba en marcha la preparación para una guerra revolucionaria.
Ya desde antes de la ruptura del comunismo internacional la izquierda peruana siempre se había dividido en dos campos cuando se trataba del principio fundamental del marxismo leninismo: la violencia revolucionaria. Esta división se percibió más definida y abierta desde 1960, a raíz de la influencia de la revolución cubana. Así el movimiento comunista peruano se escindió en dos tendencias: una legalista y otra insurreccional.
La Junta de Gobierno de Pérez Godoy y Lindley enfrentó el primer movimiento de guerrillas en el Perú. A comienzos de 1963 penetró un contingente de guerrilleros del ELN (Ejército de Liberación Nacional) organización formada por ex militantes de la Juventud Comunista quienes se identificaban con el triunfo de la Revolución cubana, por la zona de Madre de Dios, entre ellos Javier Heraud, Edgardo Tello, jóvenes colegiales como Hugo Rocra, obreros de construcción como Moisés Valiente, Ya en 1964 se incorporaron algunos cuadros con cierta experiencia política, como Juan Chag, que había sido miembro de la dirección del FIR; Luis Zapata, dirigente de los obreros de construcción civil del Cusco; Guillermo Mercado, que también había formado parte del Comité Central Leninista y de la dirección del FIR, y otros.
Sobre ELN Héctor Bejar, uno de sus integrantes y fundadores sostiene que al promediar el año 1964 tenían constituido su programa el cual había quedado sintetizado en 5 puntos fundamentales a cumplirse: 1) Gobierno Popular. 2) Expulsión de todos los monopolios extranjeros. 3) Revolución Agraria. 4) Amistad con todos los pueblos del mundo y 5) Soberanía Nacional.
Eran las 5 tareas a cumplirse para la revolución, ya que de acuerdo a sus planteamientos la revolución no debía ser “obra de un solo partido sino un proceso múltiple, cambiante, sumamente complejo, al cual las fuerzas sociales y políticas de la más diversa índole debían dar su aporte”. La guerrilla fue reprimida, su derrota obedecerá, principalmente a los errores de formulación programática, de apreciación del momento político y de las tareas tácticas a desarrollar.
Los hechos en concreto sobre los primeros grupos levantados en armas como el MIR y el ELN, en la década del 60, fue que tuvieron relación directa con el triunfo de la Revolución Cubana de 1959, situación que repercutió notablemente en la política peruana, si bien es cierto que revitalizó al Partido Comunista, también hizo posible el estímulo al descontento de las bases apristas con el claro viraje de su dirección hacia la derecha. En octubre de 1959, en la llamada Sexta Convención, la expulsión de un centenar de dirigentes universitarios, sectorales y obreros, provocó la escisión del viejo partido; formándose el APRA Rebelde que luego se transforma en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) que en junio de 1965 inicia el más serio intento revolucionario de la década. Logra organizar tres frentes guerrilleros Mesa Pelada (Cuzco), Andamarca- Pucuta (Junín), y Ayabaca San Ignacio (Piura Cajamarca).
Todo este marco social y político descrito anteriormente estuvieron colmadas de discrepancias entre los grupos mencionados que comenzaron a diferenciarse por las orientaciones y direcciones políticas que asumieran entre los que se encontraron los llamados de la “nueva izquierda”. Pero quienes formaban esta nueva izquierda? Entre sus componentes tenemos:
- Los discrepantes con el APRA, que después de un complicado proceso de lucha interna, dieron nacimiento al MIR y Vanguardia Revolucionaria.
- Los discrepantes el Partido Comunista que luego del proceso anteriormente descrito, fueron a nutrir, unos el FIR y el ELN, y otros las tendencias maoístas que aparecieron posteriormente (Patria Roja, Bandera Roja, Sendero Luminoso, etc.)
- La enorme cantidad de jóvenes principalmente que sin ser universitarios, que sin pertenecer a estas organizaciones, se identificaban, en una u otra forma con ellas, realizando su activismo con entrega y convicción que podía llegar al sacrificio de la propia vida. Los estudiantes universitarios y el creciente movimiento estudiantil renuncian a la veja y clásica concepción de la clase obrera como la fuerza más revolucionaria y ve en el caso de nuestro país, a la fuerza más revolucionaria en el campesinado.
- Algunos trotskistas como Hugo blanco, cuya decidida actividad en el campesinado inicia en proceso de sindicalización y las luchas por la recuperación de las tierras en las zonas de la Convención y Lares. Dicho dirigente fue encarcelado en mayo de 1963.
Respeto a estas acciones y planteamientos ideológicos los grupos de izquierda legalistas calificaron entonces a esta insurgencia guerrillera de 1965 como foquista, guerillerista, militarista, y aventurera, pero no solo esta tendencia legalista se convertirá en enemiga de las acciones guerrilleras de 1965, sino el mismo Partido Comunista Bandera Roja para quienes tales acciones fueron “desviaciones de parte del tercerismo pequeño burgués”[19], Pues para Bandera Roja el tercerismo se constituía “en una versión remozada de los vanos intentos de la pequeña burguesía por sustituir al proletariado como factor dirigente de la revolución y arrebatarle su hegemonía”. Es decir, la concepción planteada por Bandera Roja sobre los grupos levantados en armas en al década del 60 devenía en acciones militaristas que no habían considerado las condiciones políticas y el deseo subjetivo de las masas, actuando por sobre la conciencia de clase.
Aunque aun esas no eran las únicas razones para la división. La defensa de la pureza de la línea política” o “el seguimiento de la línea correcta” estaba cruzada por rencillas personales, ambiciones de poder y mezquindades provincianas que hacen aun más complejo entender las verdaderas razones de tales rupturas. De 1961 a 1975, de acuerdo a estudios de Piedad Pareja, la izquierda se disgrega hasta constituir veinte organizaciones políticas:
- PCP-U Partido Comunista Peruano Unidad
- PCP-BR Partido Comunista Peruano Bandera Roja
- PCP-ML Partido Comunista Peruano Marxista Leninista
- PCP-SL Partido Comunista Peruano Sendero Luminoso
- PCP-PR Partido Comunista Peruano Patria Roja
- PCP-ER Partido Comunista Peruano Estrella Roja
- FLN Frente de Liberación Nacional
- VR Vanguardia Revolucionaria
- VR-PM Vanguardia Revolucionaria Político Militar
- POMR Partido Obrero Marxista Revolucionario
- LC Liga Comunista
- PSI Partido Socialista Internacionalista
- PCR Partido Comunista Revolucionario
- MIR-CE Movimiento de Izquierda Revolucionaria – Cuarta Etapa
- MIR-TR Movimiento de Izquierda Revolucionaria Tendencia por la
Reconstrucción
- CMOP Círculo Marxista de Oposición Proletaria
- FIR-OCR Frente de Izquierda Revolucionaria Obrero Combatiente
Revolucionario
- PST Partido Socialista de los Trabajadores
- ELN Ejército de Liberación Nacional
- POR- T Partido Obrero Revolucionario Troskista
Se consideran cuatro troncos básicos a partir de los cuales se han generado las otras organizaciones: Partido Comunista Peruano (PCP), Vanguardia Revolucionaria (VR), Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Frente de Izquierda revolucionaria (FIR)[20]
Entre 1968 y 1975 se transformó el llamado orden oligárquico y se emprendió un conjunto de reformas y políticas de gobierno que alteraron la conformación del poder y en consecuencia la política del Estado, se hizo posible una profunda dinamización del movimiento popular. En el caso de los barrios populares los pobladores participaron de las nuevas expectativas y de los espacios abiertos por el régimen militar. Henry Pease señala que durante el régimen militar velasquista los trabajadores del campo y la ciudad lograron expresarse políticamente como en pocos momentos de su historia, constituyendo las más diversas organizaciones y gremios, en un periodo intenso marcado por un sostenido esclarecimiento ideológico en amplios sectores populares impactados por el mensaje del gobierno y de los partidos de izquierda emergentes [21]
Los revolucionarios encarcelados en la década del 60 fueron amnistiados en 1970 por el régimen militar de Juan Velasco Alvarado. Algunos continuaron luchando en la oposición, al lado de las masas, otros aceptaron los ofrecimientos del gobierno militar. El desarrollo y la seguridad marcaron el proyecto económico, político y militar del Gobierno de Velasco. Para lograr la seguridad de la nación, el primer problema que tendía a resolver fue el desarrollo mediante la búsqueda de impulsar el desenvolvimiento del capitalismo (eliminando los sectores económicos pre-capitalistas y los enclaves), y la modernización de las estructuras socioeconómicas del país.
Una de las características significativas del régimen militar fue su intromisión en las organizaciones laborales con el objetivo de manipularlas y reglamentarlas. Cuando se produjo el golpe de de Estado existía una central sindical oficialmente reconocida, la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP) y otra acababa de ser fundada, La Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP). Ésta ultima se convirtió rápidamente en la más poderosa, y si bien en sus congresos y a través de su dirección nacional expresó su respaldo a las reformas del gobierno, la inmensa mayoría de huelgas y movilizaciones sindicales fueron protagonizadas por organizaciones afiliadas a ella.
El 30de enero de 1971, la CGTP fue reconocida legalmente, algunos meses después seria reconocida también la Central Nacional de Trabajadores (CNT) constituida artificialmente a partir del Movimiento Sindical Cristiano del Perú (MOSICP) vinculado al Partido Demócrata Cristiano que apoyaba al gobierno. Dividiendo asi al movimiento sindical. Luego el gobierno creó su propia central la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) en 1972 conjuntamente con esta organización nace el Movimiento Laboral Revolucionario (MLR) que tuvo por objeto capturar mediante la violencia organismos gremiales opuestos al gobierno, golpear a los dirigentes auténticamente representativos y en general. Se fundo también bajo el auspicio del Ministerio de Pesquería y sus principales integrantes fueron reclutados entre los ex dirigentes del gremio de pescadores y elementos extraídos de las cárceles. [22]
Otra creación del régimen militar fue el SINAMOS (Sistema Nacional de Movilización Social) organismo que reunió en su seno varios organismos estatales pre-existentes. Pero su real finalidad fue intervenir en las organizaciones populares para apoyar al régimen y neutralizar las luchas que fueran contra éste. Aunque tuvo una oficina laboral para intervenir en los sindicatos, su principal actividad se centró en los pueblos jóvenes y zonas campesinas. Como además de organismo político era una instancia administrativa y asistencial, combinaba estas funciones para presionar a los pobladores de las barriadas a manifestarse en apoyo del régimen a cambio de entregarles títulos de propiedad de terrenos en los cuales vivían o de brindarles servicios que el Estado estaba obligado a prestarles, como construcción de caminos y escuelas.
Al mismo tiempo que el gobierno tenía injerencia en el ámbito laboral, el gobierno velasquista se negó a reconocer legalmente a organizaciones representativas como el SUTEP, en el magisterio y la CCP (Confederación Campesina del Perú) en el campo.
En esta época casi todas las organizaciones de izquierda rechazaban el reinicio de la lucha armada, con excepción de Vanguardia Revolucionaria (PM) jefaturada por Torres Sánchez y el MIR dirigido por Esparraga y algún grupo de tendencia maoísta. La nacionalización de la IPC; y la reforma agraria, llevaron a la izquierda a la confusión ideológica. Interminables polémicas caracterizaban a la junta Militar velasquista, unos como reformista, otros como desarrollista, mas allá como bonapartista, hasta aquellos que la consideraron nacionalista, fascista o fascistizante, en un vicioso juego verbal. Pero aun todavía, muchos sectores del pueblo, las masas aunque no las dirigencias sentían los ejemplos de Luis de la Puente Uceda, el Che Guevara, Camilo Torres. Los argumentos de muchos dirigentes contrarios a estas acciones armadas truncas plantaban a tales como “aventureras” “espontaneistas”. Esto no les impedía, sin embargo, hablar de “guerra popular del campo a la ciudad”, o “el poder nace del fusil”. Pero claro solo como alternativa abstracta. Se aferraban pues a una estrategia mecanizada, que nunca salían de las cuatro paredes donde se decía se construía partido, La falta de condiciones era el pretexto para la eterna postergación del reinicio de las acciones armadas. Estos argumentos forzaban la dependencia ideológica de la izquierda peruana con respecto a los partidos comunistas del mundo.
De esta manera se convertían en simples voceros de corrientes ideológicas dentro del socialismo, pero no en organizaciones revolucionarias. El trabajo político solo estaba orientado a la captura de dirigencias sindicales estudiantiles, barriales. El fin del marxismo era alcanzar la hegemonía en un sindicato, en una universidad, para lo cual se recurría muchas veces, al insulto, al desprestigio, a la intriga, a la delación.
En esencia el periodo velasquista fue un periodo de dinamismo y estímulos a un cierto protagonismo popular, dentro de los parámetros que se imponían desde el Estado. En agosto de 1975 se produce el derrocamiento del General Velasco por el General Morales Bermudez quien inaugura la llamada “segunda fase” del Proceso Revolucionario de las Fueras Armadas, llevándose a cabo el desmontaje de las reformas emprendidas por el velasquismo. Se inicia así un régimen militar de signo y contenido distintos. Las organizaciones populares que se desarrollaron en el año anterior, y que desde entonces pugnaban por su autonomía, son las que enfrentaron directamente al gobierno de Bermudez. El éxito de los paros nacionales de 1977 y 1978 son un ejemplo aunque efímero, de los bloques sociales y su fuerza organizada. La represión se manifiesta ahora con el despido de más de 5000 dirigentes sindicales.
Los partidos políticos de izquierda legal, aunque experimentaron un desarrollo cuantitativo importante, no lograron articularse entre si y ser la expresión política genuina y efectiva de las clases sociales desfavorecidas.
Estos son algunos de los hechos que configuran el antecedente de la irrupción política armada que tendrá sus inicios en la década del 80. Es necesario anotar que si bien es cierto 1980 ha sido tomado como punto de referencia para el inicio de la lucha armada en el país, el análisis y los antecedentes presentados en el presente articulo desde la fundación del Partido Comunista a inicios del siglo XX, hasta el inicio de las acciones subversivas tanto de Sendero Luminoso como del MRTA nos permiten configur al fenómeno en estudio como parte de un proceso histórico.
[1] Manrique Nelson. “El Tiempo del Miedo. La Violencia Política en el Perú. 1980-1996”. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima Perú. 2002 Pág. 47
[2] Salazar de Alcazar, Hugo. Teatro y Violencia. Jaime Campodónico Editor. Lima 1990 pag.10
[3] Flores Galindo Alberto. “El rescate de la tradición” En Encuentros. Ediciones Memoria Angosta. Lima 1989 pág. 12
[4] Pilar Coll “cuando se sufre carcelitis” Entrevista en: Idéele N° 81 noviembre de 1995. Pág. 21
[5] Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. “194 casos de inocentes en prisión” Instituto de Defensa Legal. Grafica Bellido. SRL. Lima 2000 pág. 8
[6] J.C Mariátegui. Amauta Año II N° 5 enero de 1927. En Ideología y política. Lima Editorial Minerva 1981 pp 11-116.
[7] J.C Mariátegui. El 1 de mayo y el frente único publicado en el bancario órgano oficial de la feb n° 1 abril junio 1971 Pag 6-7
[8] Guadalupe, César A. El Partido Comunista Peruano de 1930 a 1942 ¿el periodo de Ravines?. En Debates en Sociología. PUCP. N 12-14. Fondo Editorial 1989. Lima Pág. 105
[9] Malpica Carlos. “El Mito de la Ayuda Exterior”. Ediciones Ensayos Sociales. Perugraf. Editores. Lima 1978 Pág. 28
[10] Cesar Lévano. “Aricó revisa a Mariátegui”. En actualidad y análisis. Marka. Año VI n°176. 23-10-1980 PP. 41
[11] Tuesta S., Fernando. “El PCP en la década del 30” publicado en diario El Peruano el 9 de mayo de 1998.
[12] Chang Eugenio. Opciones políticas Peruanas. Centro de documentación andina CDI. 1985.Lima pp.205
[13] García Sayan, Diego. “Peru : Estados de Excepción y régimen jurídico” En Estados de Emergencia en la Región Andina. Comisión andina de Juristas. 1987.Lima pp 99
[14] Leoncio Bueno. “Conocí el frontón” en el diario el Popular, 30 de julio de 1989
[15] ”La organización del proletariado”. Ediciones Bandera Roja. 14 de junio de 1967
[16] Bernales, Enrique. “Socialismo y Nación” Mesa Redonda Editores S.A. 1987 Lima pp 95
[17] Quijano Anibal. “Las nuevas perspectivas en la clase obrera”. En Sociedad y política N ° 3. Mayo 1973.Lima pp. 43
[18] Materson Daniel. “Fuerza Armada y Sociedad en el Perú Moderno” Instituto de Estudios Políticos y Estratégicos. 2001.Pág 265
[19] “América Latina Guerra Popular” Ediciones Bandera Roja. N°42, mayo 1970
[20] Pareja Piedad. “Terrorismo y sindicalismo en Ayacucho (1980)”. Empresa Editora Ital Perú. Lima. 1981 Pág 76
[21] Henry Pease. “Los Caminos del Poder”. DESCO. 1981. Pág. 20
[22] Dictadura y Derechos Humanos en el Perú. (“lo que no dijo Acción Popular”) Perugraf. S.A. 1981 Pág. 81
Saludos clasistas.
ResponderEliminarMuy bueno este recuento del proceso de la izquierda peruana.
Sería bueno que prosiga desde el 79, 80 para adenate, esa es la parte más candente... y lo que toma importancia actual...
Muy bueno e interesante el artículo. Si decide desarrollarlo más, sería bueno encontrar más conceptos contemporáneos sobre la violencia y la transnacionalidad del mismo hoy en día.
ResponderEliminarSaludos, desde Az, EE.UU.