Por Augusto Álvarez Rodrich
Sobre la vacancia en la presidencia de Peruvian Airlines.
Fue una sorpresa el anuncio de anteanoche de Lourdes Flores de que el puesto de presidenta del directorio de Peruvian Airlines está vacante desde hace más de cuatro meses porque ella había renunciado al mismo el 22 de octubre del año pasado. Es, además una señal de que está con muchas ganas de que su candidatura despegue.
Al margen de lo que al final decida la justicia –cuando lo decida– sobre la supuesta vinculación del propietario de Peruvian Airlines con el narcotráfico, es obvio que esta no es, precisamente, la relación profesional más conveniente para alguien que aspira a ganar una elección importante. Sin embargo, a pesar de la renuncia, es obvio que sus rivales políticos le enrostrarán, con entusiasmo, la relación previa con César Cataño.
Lo curioso es por qué Flores mantuvo en reserva su renuncia a algo que evidentemente perjudicaba su candidatura. En varias entrevistas periodísticas de los últimos meses se le preguntó por Cataño y ella nunca ofreció el menor indicio de desvinculación de quien –dijo– pondría las manos al fuego.
Tan reservada era esa información que hasta alguien políticamente muy vinculado a Lourdes Flores, como Felipe Osterling, no dio luces de conocer de la dimisión apenas el lunes pasado en la entrevista que le dio al diario La Primera, y en la que destacó la inconveniencia de la relación con Cataño.
Quien pretende que su candidatura sea una cruzada por la decencia debe evitar vinculaciones que ensombrezcan la propia. Así, un factor crucial para el éxito de una candidatura que apueste por la anticorrupción es tener las cuentas ordenadas.
En este sentido, Flores es una de las personas con mejores credenciales para meterse en arenas complicadas como la anticorrupción que generan enemigos poderosos que, por ejemplo, te pueden hacer perder un empleo. Por ello, hizo bien en renunciar a Peruvian Airlines aunque mejor hubiera sido que hiciera el anuncio más oportunamente, hace cuatro meses.
Pero también es necesario que los miembros de su partido y sus aliados de campaña tengan las cuentas ordenadas. Por ello, Flores no solo debe estar preparada durante los meses siguientes a exhibir las suyas, sino a eventualmente desligarse de compañeros de ruta que no las tengan claras.
Una de las tareas más desagradables e incómodas de la lucha contra la corrupción es denunciar a los amigos. Renunciar a directorios es más fácil que renunciar a amistades, correligionarios o aliados. Ojalá Lourdes Flores tenga, si se presenta el caso durante la campaña que viene, la voluntad de hacerlo, caiga quien caiga.
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