miércoles, 24 de marzo de 2010

Paradojas de Crousillat


Antonio Zapata
Para desentrañar este misterio, el punto de partida es la extraña conducta de José Enrique Crousillat. ¿Por qué actuó como elefante en cristalería? Si quería ir a la playa, pudo irse a Miami, o más lejos, donde nadie lo pueda ver. Si añoraba Lima, pudo haberse tomado una foto en Asia transportado en silla de ruedas. ¿Cuál es el motivo para una actitud tan prepotente que acaba volviéndose en contra suya?
Sucede que así funcionaba habitualmente. Acostumbrado a una relación mercantilista y corrupta con el Estado, desarrolló un estilo que exigía prontitud y sumisión de los demás. Por el contrario, la personalidad normal se enorgullece de sus logros y trata de ponerlos en su verdadera dimensión. Mientras que una patología frecuente del poderoso es sentirse omnipotente gracias al desprecio de los demás. Si la persona normal sitúa su esfuerzo en relación a los éxitos del resto, el trastocado por el dinero fácil piensa que los demás son de tercera o quinta categoría. Como no puede sacar pecho de andar coimeando, entonces desprecia al mundo para sentirse mejor. Lo suyo no es orgullo sino vanidad.
Esa actitud lo habría llevado a imaginar a los peruanos como pulguientos incapaces de revocar un indulto del presidente García. La soberbia pituca suele ser mala consejera. Aunque la psicología individual requiere el auxilio de la política para completar una explicación.
Vistas las cosas desde este ángulo, Crousillat ha salido a combatir porque espera recuperar América; supone que el proceso legal será largo y tiene una estrategia que pasa por el próximo cambio gubernamental. Apuesta a Keiko; cree que la ola de revanchismo que despertaría su eventual triunfo le devolverá el canal. Alberto Fujimori será indultado y el Perú volverá a los felices noventa de la mano de la hija. Esa apuesta ha perdido a Crousillat. Se soñó un adelantado de la gran revancha contra la transición y se jugó a fondo. Por ahora viene fracasando, pero ha de seguir en la brega, porque se ha revelado muy tozudo.
Ahora bien, otra pregunta clave es la razón de García para el indulto. La reflexión periodística se ha dividido entre quienes piensan en el soborno como la razón decisiva y quienes la atribuyen a una mala decisión del presidente, motivada por un consejo equivocado del ex ministro Pastor, que a su vez tendría agenda propia y otra supuesta coima.
Aunque poco se conoce y moviéndonos en el terreno de la especulación, pienso que García es un calculador. Maquina su movida y sacrifica piezas para coronar el juego. En el Perú de hoy, el verdadero indulto es para Fujimori. Crousillat ha sido una ficha para medir la reacción pública. El momento probable hubiera sido en medio de la campaña, entre las dos vueltas, cuando un político consumado en Palacio habría podido inclinar la votación gracias a un indulto.
Si esa era la jugada, la conducta de Crousillat la ha quemado. El gran perdedor es la figura misma del indulto presidencial, que ha quedado muy desacreditada. Su estatus legal no es claro. ¿Se trata de un atributo de gracia para el cual el presidente no debe invocar razones, o por el contrario, las causales son claves?
Pero queda confirmado que el tema indulto a Fujimori no va. Salvo Keiko, los demás políticos no podrán liberarlo con facilidad. El costo se ha revelado bastante mayor que el probable beneficio. Así, Crousillat ha arruinado al “Chino”. A veces sucede que se eligen mal los medios.
En la vida política, los fines dependen de los procedimientos, no son independientes de ellos. Si escoges medios inadecuados, obtienes resultados no deseados, razón de las paradojas en la historia.

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