martes, 6 de abril de 2010

El costo de la mano en la lata


Mirko Lauer
Tras años de inoperancia, el mensaje anticorrupción está empezando a funcionar en la política electoral. Los analistas coinciden en que una parte de los 13 puntos de ventaja de Lourdes Flores viene de allí. Los candidatos sindicados como de la corrupción pierden puntos, mientras su defensa se embrolla en argumentos especiosos.
¿Qué está pasando? Una respuesta es que la anticorrupción simplemente tiene mejores candidatos. Otra es que las candidaturas asociadas con el fujimontesinismo han llegado a su límite. Tienen considerables bolsones de simpatizantes, pero sus currículos les impiden cruzar la línea que separa corrupción tolerada de sentimiento anticorrupción.
Por años la corrupción fue vista por muchos como un asunto de los años 90, contrapesado por algunos méritos administrativos.
Además los protagonistas de aquellos tiempos eran vistos como víctimas de una institucionalidad triunfante, cargada de sus propios problemas. Apoyar al corrupto se volvió una forma aceptable de hacer oposición. Luego algunas cosas cambiaron:
Figuras vinculadas a la corrupción que antes pasaban por ser marginales luego pasaron a ser parte del paisaje político, lo cual erosionó su imagen de víctimas y las asimiló al sistema que ellos habían criticado. El gesto del vencedor les empezó a costar.
Nuevos actos de corrupción detectada entre fujimontesinistas en estos últimos años mostraron que esta no es un asunto superado de los remotos años 90, sino una incurable manera de bailar a través de la vida.
Los escándalos de corrupción que involucran a gente vinculada al actual oficialismo, sobre todo en torno de la empresa BTR, han reforzado las filas de la anticorrupción, al sumarle a muchos opositores al actual gobierno.
Es importante tomar en cuenta que los candidatos anticorrupción se han pasado varios años lejos de los peligros de la responsabilidad administrativa, sin bancada en el desgastante Congreso, o con altísimos niveles de aprobación ciudadana.
Además la anticorrupción se concentra mucho más claramente en torno al centro político, mientras que quienes representan a los residuos de la corrupción o a sus nuevas expresiones están claramente ubicados en la derecha.
El aumento de la inseguridad y de la narcoviolencia están llevando al público a asociar la delincuencia común con la corrupción en la esfera política. Una coincidencia que se refuerza con cada día que pasa.
Los candidatos afectados por el nuevo sentimiento simplemente no tienen respuestas que dar, más allá de unos melancólicos intentos de desviar la atención. Una ha dicho más o menos que la corrupción es un asunto privado y no público. Otro opina que las alianzas anticorrupción solo buscan derrotarlo electoralmente.

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