sábado, 3 de abril de 2010

Europa, América Latina y MVLL


Alberto Adrianzén M.(*)
El 12 de diciembre del año pasado, la Universidad Católica del Perú le otorgó merecidamente el grado doctor honoris causa al escritor Mario Vargas Llosa (MVLL). En su discurso, “Sueño y realidad de América Latina”, MVLL vuelve sobre un viejo tema que consiste en afirmar que tanto los escritores latinoamericanos como los europeos –en general– han tenido y tienen una visión idílica de América Latina (AL). Para MVLL nuestra región sería algo así como la tierra de las utopías: “Desde el Inca Garcilaso de la Vega y Sor Juana Inés de la Cruz, hasta los poemas de Vallejo, Neruda, Octavio Paz, nuestra literatura ha edificado una A. Latina de ficción a la altura del paradigma que vieron en ella los primeros europeos que desembarcaron aquí. En el campo político, en cambio, en el que conviene discernir con claridad lo que separa a la ficción de la realidad, esta tendencia ha resultado catastrófica” (p. 39).
Una consecuencia de ello sería que “una de las manías recurrentes de la cultura latinoamericana ha sido la de definir su identidad.
Se trata de una pretensión inútil, peligrosa e imposible, pues la identidad es algo que tienen los individuos, no las colectividades una vez que superan los condicionamientos tribales” (p. 46). Para el escritor, AL sería “una prolongación de Occidente”, con “perfiles propios” y con “una personalidad diferenciada” (p. 51). Sin embargo, es esa supuesta manía, finalmente, lo que habría llevado a AL a no ser plenamente occidental y a no superar la “mentalidad tribal”, la “tentación colectivista” y el caudillismo político. Dicho en otros términos, a no ser plenamente liberal. 
En realidad, la visión de MVLL sobre la imagen que tenían y tienen los europeos de A. Latina es bastante parcial e incompleta. Es cierto que inicialmente esta visión estuvo cargada de “utopismo”.  Se dice que Cristóbal Colón cuando tocó tierras americanas pensó que había llegado al Paraíso. Cuando los franciscanos plantearon crear una “república de indios” y otra de “españoles” en América, lo hacían porque pensaban utópicamente que era posible construir una “cristiandad ejemplar” con los indios, frente a la decadencia pecaminosa de los europeos. Sin embargo, esta visión no siempre fue así.
El humanista italiano Antonello Gerbi –que no cita MVLL en su discurso– ha dado cuenta de manera bastante erudita y completa, cómo esta visión cambió radicalmente en la Ilustración (La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900). A. Latina pasó de ser un espacio utópico a ser un continente inmaduro, de animales pequeños e incompletos, poblado por gente de sangre fría, de genitales minúsculos y hasta con cabezas cónicas como se afirmó en ese tiempo. Se asistía a la construcción de una visión eurocéntrica (y racista) que tuvo su máxima expresión en el siglo XIX y que sirvió como discurso legitimador del colonialismo europeo. No es cierto, por lo tanto, que lo que ha primado en la visión europea ha sido siempre el utopismo sino más bien todo lo contrario, como se demuestra ahora con la aparición en el Viejo Continente de movimientos ultraderechistas y antitercermundistas de claro tinte xenófobo y racista.
Tampoco es cierto que A. Latina haya sido una mera “prolongación de Occidente”. En realidad, es la “aparición” de nuestro continente lo que permite el nacimiento de lo que hoy conocemos como Occidente. El gran intelectual español José Antonio Maravall se pregunta a raíz del “descubrimiento” de América: “¿qué es políticamente el planeta recién inaugurado para la Historia, y, por ende cómo debe organizarse en su totalidad y en sus partes?”. Por ello, el diálogo entre Europa  y AL no ha sido fácil. No solo por el “descubrimiento” y por la fuerza de las culturas precolombinas sino también porque si hoy Occidente es lo que es se le debe en parte a América. Somos la otra cara de Occidente, el otro “Occidente”, como lo fueron los españoles en el siglo XVI, y quizás por eso nos atrevemos a transitar por nuevos caminos.
(*) albertoadrianzen.lamula.pe

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