martes, 6 de abril de 2010

Matando la profesión docente


Nicolás Lynch
La derecha en el sector educación, que tiene entre sus objetivos terminar con la profesión docente, acaba de dar un paso más en este sentido al aprobar una ley que exime del título pedagógico para la enseñanza en la educación básica y exceptúa a los que vengan de otras profesiones de inscribirse en el Colegio de Profesores. Lo alarmante es que han aprobado la medida por unanimidad, sin ninguna voz disidente, lo que nos dice de la profundidad del desprestigio de la enseñanza.
Como dice el experto Sigifredo Chiroque, lo que está en cuestión es la existencia de la docencia como un saber especializado. Nadie está en contra del concurso de otras profesiones en la escuela, pero no en la función pedagógica, que se supone, como en cualquier otra profesión, requiere una formación previa.
Un golpe de tal magnitud contra el magisterio solo ha sido posible por el grave deterioro del estatus profesional de los maestros, que de ser trabajadores especialmente apreciados 40 años atrás han pasado a ser estigmatizados como los culpables de la actual tragedia educativa. A esta estigmatización han contribuido tanto el abandono del sector por el Estado como los dirigentes sindicales arcaicos. El primero,  porque se debate entre proyectos piloto con buena vitrina pública y la indiferencia frente a los problemas de fondo; los segundos, porque velan por los intereses de su clientela y su propia reproducción personal antes que por los niños y jóvenes a los que deberían educar.
Las profesiones no existen en abstracto sino que se encarnan en cada sociedad producto de una trayectoria determinada. El comienzo propicio de la docencia en la segunda mitad del siglo XX no dio paso a una afirmación cualitativa de la misma en décadas recientes por la frustración del desarrollo nacional y la privatización de la vida promovida por el neoliberalismo.  Hoy, en lugar de afrontar el problema por el camino duro pero serio de la reforma educativa inscrita en el Proyecto Educativo Nacional, la clase política prefiere continuar con las medidas cosméticas y darles gusto a algunos dueños de colegios privados, qué importa si de paso humillan aún más al magisterio y lo acercan a su liquidación.
Ya es hora de que despierten los dirigentes magisteriales y defiendan al menos la vida de su profesión, pero no encerrándose en su propio cascarón sino con posiciones renovadoras que los conviertan en líderes de la reforma educativa de calidad que el Perú reclama.

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