Mirko Lauer
El boletín de la página web www.otramirada.pe acaba de difundir su comentario “Montesinos quiere escaparse”, un preocupante informe sobre las movidas del ex asesor frente a la justicia. Su balance es que si los jueces siguen arrastrando los pies, Vladimiro Montesinos podría mangonearse una liberación para el próximo año.
¿Qué efecto tendría un desenlace así? La conducta de un excarcelado es impredecible. Por los casos que ya hemos visto, hay una tendencia a volver a las mismas actividades, cuando las circunstancias se lo permiten. Más aun, hay presos que siguen con sus actividades habituales desde la celda, gracias a la amabilidad de sus carceleros.
Montesinos no es un político con seguidores en la sociedad, como lo es Alberto Fujimori, sino un conspirador que precisa un vínculo estrecho con las estructuras del poder, militar de preferencia. De modo que parte de la respuesta a la pregunta sobre su liberación está en manos de quienes tengan el poder político y militar a partir del 2011.
Una cosa sería el ex asesor suelto en plaza con un gobierno de, digamos, Luis Castañeda, y otra cosa sería con, digamos, Keiko Fujimori en la presidencia. Pues la posibilidad de recontactarse con los cuarteles tendría todo que ver con la actitud de quienes gobiernan. Dicho de otra manera, con la necesidad que hubiera de sus particulares servicios.
Por momentos da la impresión de que el maquiavelismo de manopla del ex asesor ya no es necesario: un caso como petroaudios-BTR hace pensar de inmediato en un montesinismo sin Montesinos. Como si este no hubiera inventado nada, sino simplemente organizado y potenciado un espíritu de cuerpo delictivo que ya existía.
No descartemos que Montesinos aproveche su libertad para emprender una larga marcha de juicios contra miembros del orden establecido que lo acusó, condenó, encarceló. Su gusto por la venganza está registrado, y empapelar judicialmente al próximo fue una de las especialidades de este abogado antes de sacarse la tinka japonesa en 1990.
El tema de su excarcelación también lleva a preguntarse si en el país la institucionalidad democrática ha ganado terreno frente a sus enemigos. Si uno sigue la línea de algunos medios y de algunas figuras públicas, llega a la conclusión de que la democracia en el Perú es hegemónica, mas no invulnerable.
La democracia peruana no tiene por qué mantener presos más allá de su legítima sentencia. Tampoco tiene por qué permitir que esas condenas sean ilegítimamente abreviadas con maromas jurídicas o por la indolencia de jueces y otras autoridades, como acabamos de ver. ¿Tienen quienes juzgan a Montesinos algo que decir al respecto?
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