Por: Abelardo Oquendo
Cada vez es menor la participación de intelectuales y artistas en nuestros partidos políticos. Entre los jóvenes, muy pocos con algún prestigio o que aspiren a alcanzarlo parecen dispuestos a asumir el descrédito que la mayoría de partidos se ha ganado, o su vaguedad ideológica, o las debilidades éticas que casi sin excepción los devalúan. Y cada vez también, al parecer, se hace más rara su afinidad con los medios de comunicación social, menos atractiva la posibilidad de participar en ellos. Así, unos encuentran en la Internet salida a sus necesidades expresivas y sus deseos de intervenir en los debates nacionales, y otros emprenden la aventura de fundar sus propios órganos impresos para, más allá de lo académico o erudito –es decir, de sus predios- ensayar el periodismo como una manera de discutir los problemas del país y contribuir a su solución o su esclarecimiento.
El Grito, “una revista para todos”, que acaba de lanzar su primer número, es una buena muestra de ese afán cívico juvenil que no encuentra cauce en nuestra política partidaria, tan defectiva. A contrapelo de su nombre, El Grito no recurre a la explosión emocional sino a la reflexión crítica para tratar los temas elegidos, pues lo anima la convicción de que el debate meditado y pluralista abre las mentes y hace el diálogo fecundo. Que progrese y dure.
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