viernes, 14 de mayo de 2010

¿El mejor ataque es el apoyo? ¿O viceversa?


Por Mirko Lauer
Los comentarios de Alan García sobre la candidatura de Alex Kouri (“no estaba preparado”) y las opciones del Apra (“tendrá una importante presencia electoral”) han sido recibidas con celo. El temor de los críticos es un García orientando el curso de las campañas con opiniones desde la presidencia.
El contexto de la preocupación de algunos es una declaración de García el año pasado, en el sentido de que un presidente no puede hacer ganar a nadie, pero sí cerrarle el paso a determinado candidato. Varios candidatos opositores eligieron creerle, y denunciaron una suerte de fraude antelado para el 2011.
Entre opinar como ciudadano y tomar partido como presidente hay una línea más bien difusa. En un extremo el presidente puede decir lo que quiera. En el otro ni siquiera debería inaugurar obras, pues eso acarrea votos para su agrupación. Al final solo le quedaría decir cosas como “que gane el mejor”.
¿Cuánto puede influir García? Según cómo se vea. De un lado tiene una aprobación mayor que la intención de voto de cualquier candidato, lo cual hace pensar que más gente lo escucha y podría seguirlo. Pero el ranking de su propio partido en las encuestas sugiere que la cosa no es tan sencilla. Allí habría una caridad que no empieza por casa.
García también emite sus opiniones, electorales o no, contra el telón de fondo de una muy alta desaprobación a su gestión. Así que un apoyo suyo puede resultar, más que el toque de Midas, el abrazo del oso. Doble abrazo en el caso de un candidato presidencial de su propio partido, aunque esta es una experiencia que parece nunca haber vivido.
Todo lo cual hace pensar que en este tema el Presidente de la República tiene un gran poder, pero no la capacidad de controlarlo. Ni siquiera el de cerrarle el paso a un candidato, que García parece atribuirse. El más crédulo frente a esto último es el candidato Ollanta Humala, quien ya se siente vetado.
Hace mal. Ser percibido como el candidato que García quiere perjudicar puede ser valioso para un político, siempre y cuando sea capaz de establecer una confrontación, convincente. Aunque en última instancia hoy los votos que le faltan a Humala no están en manos de García, sino de los candidatos liberales de centro-derecha.
Si es cierta la versión de que García fue clave para cerrarle el paso a Mario Vargas Llosa en 1990, entonces hay allí algo parecido a una lección. Por ejemplo, que en política distinguir amigos de enemigos puede ser bastante complicado. Lo mismo sucede a la hora de distinguir una crítica presidencial de un apoyo presidencial.

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