Mirko Lauer
La inminente liberación de Lori Berenson ha sido recibida con desagrado, y en efecto no parece motivo para celebrar. Pero la emerretista ha cumplido con buena parte de la condena a la que fue sentenciada, y se beneficia de las reducciones que contempla la ley. No es ella quien ha decidido su libertad sino el sistema judicial peruano.
Casos similares se vienen dando desde hace un tiempo, a medida que los presos por terrorismo van cumpliendo las penas que les fueron asignadas. Han pasado casi 20 años desde la captura de Abimael Guzmán y sus secuaces. En su momento parecieron condenas largas o adecuadas, pero hoy algunos las consideran insuficientes.
Incluso hay quienes lamentan la liberación de personas falsamente acusadas de terrorismo, que se han dado a lo largo de los gobiernos afectados por la subversión. Más todavía recelan el cumplimiento de sentencias de los terroristas demostrados. En el fondo quisieran que todos, culpables e inocentes, cumplan cadenas perpetuas, como decir eternas.
Pero si las penas han sido por ir contra las leyes, la sociedad tiene la obligación de hacer respetar esas leyes, y también de cumplirlas. No hay ingenuidad en este planteamiento, sino la acción de un Estado que reclama el monopolio de la violencia.
Monopolio que se apoya precisamente en el cumplimiento de las leyes.
Hay un comprensible temor a que los liberados puedan reiniciar el ciclo de violencia que los llevó a la cárcel en primer lugar. El proceso de conclusión de carcelería ya tiene un tiempo, y ese reagrupamiento de miembros de una guardia vieja terrorista no se ha dado. Los subversivos de hoy más bien dan la impresión de ser cada vez más jóvenes.
Además del temor está la furia ante gente que participó en una carnicería difícil de perdonar. Pero el cumplimiento de la pena de acuerdo a la ley no es un perdón, sino el término de una sanción. Tanto los presos como los excarcelados tienen derecho a pensar lo que quieran, siempre que sus actos no transgredan la ley.
Aunque algunos políticos se jactan de haber resuelto el problema, el terrorismo es un peligro real hoy en el Perú. Sobre todo en sus nuevas versiones aliadas al narcotráfico, para el cual los sistemas judicial y penal son una verdadera coladera. Frente a esto personas que se han pasado 10 o 20 años en la cárcel no parecen ser el mayor peligro.
En efecto Berenson sale en libertad condicional gracias a una ley dada en tiempos de Alejandro Toledo. Pero todavía no hemos escuchado argumentos serios acerca de la inconveniencia de esa ley, ni recordamos protesta enérgica cuando ella se dio. Berenson nos puede parecer reprobable y antipática, pero al menos simpaticemos con nuestras propias leyes.
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