jueves, 17 de junio de 2010

En un país entre grandes ríos

Hugo Neira
¿Qué es el poder político? Tomemos un caso. Ungido apenas en las urnas, un nuevo mandatario anima a los empresarios a invertir y ante 1,200 inversionistas anuncia “en las próximas legislaturas no se llevarán expropiaciones ni se subirán los impuestos a la actividad empresarial”. ¿Nada del otro jueves, no es cierto? Se diría un crédulo del Mercado y de la globalización, o sea un neoliberal. Tomemos un segundo caso. Alguien, tras una vida de guerrillero, tras las urnas, llega al poder legítimo. De inmediato pensamos en algún  salvadoreño o nicaragüense, fruto de guerras civiles, y de seguro en la línea de Chávez, que donde ve capitales extranjeros ve al mismísimo diablo.
El primero y segundo caso son la misma persona. Se trata de José Mujica, elegido presidente de los uruguayos, que se pasó 15 años en prisión por tupamaro. ¿Qué pasa en Uruguay? ¿Quién es José Alberto Mujica Cordano? Es el ex  guerrillero que suelta ese discurso pro inversiones que cito líneas arriba, fácilmente atribuible a un hombre de derechas, delante de una platea de mandatarios en donde estaban Chávez, Evo Morales, Lula, Correa y la señora Fernández de Kirchner que en este como en otros temas, no las ve claras. “Si vieras la cara que pusieron”, me dijeron con sorna amigos uruguayos. No, Uruguay no entró en el Alba, todo lo contrario.
Cuando Mujica asume, andaba yo de paso por Europa pero seguía las noticias y los diarios de uno y otro continente y me sorprendía el trato diferente ante el enigma del ex guerrillero que llega a presidente. En nuestro continente, con contadas excepciones, se fijaron en que “Pepe” vivía por entonces en una chacra, que usaba un lenguaje duro y hasta soez, “dejate de joder”, y en fin, que renunciaba a su salario de mandatario. Todo eso es cierto pero la prensa europea, siento decirlo, se fijó en otras cosas. Observaron que la segunda victoria del Frente Amplio (Mujica continúa a Tabaré Vázquez) es continuidad en la voluntad de reformas profundas que unen, paradójicamente, pueblo e inversiones privadas, o sea, quien había perdido las elecciones no era solamente el uruguayo Luis Alberto Lacalle del Partido Nacional sino Hugo Chávez y los nacionalismos que creen que salvar la nación es echar a patadas a los capitales extranjeros.
Lo de ex guerrillero es eufemismo. Mujica fue tupamaro, o sea, participó en asaltos, secuestros ; eso se sabe, pero hay que significar los hechos: la etiqueta de “izquierda” resulta en su caso “light”, blanda, imprecisa. No, el hombre que es ahora presidente cogió los fierros, y como se dice en el lado oriental del río de la Plata, puso toda la carne en el asador. Ahora bien, si Uruguay tuvo con los tupamaros el movimiento subversivo más violento del Cono Sur, a la vez engendró uno de los regímenes represivos más feroces. Tras sucesivas dictaduras castrenses, uno de cada tres uruguayos pasó por una comisaría. La tortura fue más frecuente que en otras dictaduras de la América Latina.
¿Cómo salieron de ambas violencias?  Ha sido largo el camino a la política formal de José Mujica. Amnistía en 1985, electo diputado en 1994, y luego, con Tabaré, nada menos que Ministro de Pesca, Ganadería y Agricultura hasta el 2008. Ni outsider ni arrepentido, se lo ha pensado: “Se necesitan las derrotas para purificarse”. Hoy confía su esperanza en grandes reformas y en algo más: ciencia y tecnología a mares para los uruguayos, y habla ya de “un país agrointeligente”. ¿Qué quiere decir con eso? El Uruguay de Mujica justifica mi segundo artículo. Hoy, para concluir, responderé a la pregunta que hice al inicio. ¿Qué es el poder político? Propongo que la capacidad de innovar en el propio poder político. Lo que en el país que es “una esquina entre grandes ríos” (Mujica dixit) está ocurriendo. Bien merece nuestra atención. Y la presente y admirada crónica de un viajero que prefiere llamar al pan, pan, y al vino, vino.

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