Por Sinesio López Jiménez
Fue en busca de la política y se encontró con la historia. Es inusual que un aprista del cogollo (que es también Presidente de la República) visite al decano de la prensa nacional y dialogue con su estado mayor en una entrevista más que cortés: complaciente.
La historia de los agravios no se ha disipado del todo, sin embargo. Ha habido y hay voluntad de los protagonistas para cerrar las heridas. Un gesto de El Comercio en esa dirección fue el alojamiento de El perro del hortelano de García en sus páginas, pero el indulto de Crousillat (para que recupere el Canal 4) por iniciativa del presidente las reabrió.
El recuerdo de García del asesinato de Antonio Miró Quesada y de su esposa cometido por un joven aprista tiene el sabor del desagravio: “Para mí es una jornada histórica que estemos bajo la cúpula de El Comercio hablando de Haya de la Torre. Quiero aprovechar las circunstancias para decir lo que a título humano, confesional y personal, que del hecho horroroso del asesinato del director de El Comercio, Haya de la Torre no tuvo nada que ver” (sic).
Lo que sorprende es la forma cómo los protagonistas quieren borrar los agravios históricos. García responsabiliza a la mano del diablo (cuando en realidad fue un militante aprista) y El Comercio (fuera de la entrevista) señala que su director de entonces “consideraba la posición política del Apra extremadamente radical, casi comunista”. Olvidan que el trágico acontecimiento se produjo en un contexto en el que la oligarquía y el ejército creían que la única manera de mantener el orden (oligárquico) era acabando con el Apra y ésta pensaba que la única forma de hacer los cambios era acabando con aquellos.
Esa era la lógica de guerra impuesta por la oligarquía y apoyada por las FFAA entre 1930 y 1956. Esa lógica se expresó en la exclusión del Apra y del PC acusados de ser partidos internacionales (de acuerdo al art. 53 de la Constitución de 1933). El Apra respondió con intentos subversivos de sus bases y con aliento a golpes de Estado por parte de sus dirigentes. Los protagonistas quieren borrar esa historia y han optado, no por el perdón, sino por el olvido con todos los riesgos que eso implica: repetirla.
¿Qué razones políticas han llevado a García a visitar al decano? Mi hipótesis es que el líder aprista busca recomponer su relación con los propietarios de Canal 4, que fue maltratada con el indulto de Crousillat. García buscó debilitar al decano, pero fracasó. Este salió más bien fortalecido. La maniobra de García deterioró su alianza con los poderes fácticos en una coyuntura en la que su unidad era necesaria para definir las candidaturas a la presidencia de la República.
Durante más de cuatro años todos los poderes fácticos estuvieron de acuerdo en demoler a Ollanta y desplazar de escenario a Lourdes Flores. No había acuerdo, sin embargo, sobre Alejandro Toledo. Los empresarios lo apoyaban, pero García lo vetaba. Luego del indulto a Crousillat, Toledo se convirtió en el candidato favorito del grupo El Comercio poniendo en peligro los planes políticos y electorales de García. ¿Ha logrado García lo que buscaba? ¿Cambiará El Comercio su apuesta con miras a las elecciones del 2011? El tiempo lo dirá.
Tres cosas sorprenden en la extensa entrevista de García al decano. En primer lugar, el desplazamiento semántico del término antisistema: de enemigo del modelo económico neoliberal a enemigo del modelo y de la democracia. En segundo lugar, su pragmatismo radical y su carencia de apuestas éticas: la justicia social por ejemplo. En tercer lugar, el pase inesperado a Ollanta Humala: “Sin cambiar mis puntos de vista he escuchado de él alentadoras ideas respecto a que mantendrá una política, quizás siendo más restringido en el tema del medio ambiente o las regalías, pero ya comenzamos por un buen camino”. Estas declaraciones de García deben preocupar a Ollanta.
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