En junio de 1985, el joven presidente electo Alan GarcíaPérez viajó al exterior para vender la novedad peruana de un presidente de 35 años de edad con discurso antiimperialista, pero con una gran disposición para entenderse con los capitalistas que le abrieran las puertas. En el París&sa=Buscar" title="buscar información sobreParís" class="resaltar">Parísde sus recuerdos, García hizo contacto con Abdul Rahman El Assir, traficante de armas libanés, al que después de una sola conversación decidió invitar a la transmisión de mando en la que se anunciaría la reducción del número de aviones Mirage 2000, que se estaba adquiriendo de las empresas francesas Dassault, SNECMA y Thomson, lo que fue presentado como un cambio de las prioridades económicas hacia la atención de urgencias sociales.
El hecho es que los 26 aviones fueron realmente comprados y pagados a los franceses (a un precio superior que lo señalado en el acuerdo inicial) y 14 de ellos revendidos a países árabes con una utilidad de muchos millones de dólares y con el “amigo” Abdul Rahman El Assir, como intermediario.
De esto trata el libro “Pájaros de Alto Vuelo” de Carlos Malpica que también trata el caso del depósito de las reservas peruanas en mayo de 1986 en la sucursal panameña del BCCI, donde se da cuenta de una nota del presidente del BCR Leonel Figueroa al gerente de esa entidad, Héctor Neyra, en la que le dice: “para tu conversación con Amer… dile que el presidente está de acuerdo con lo conversado”.
Amer, era Amer Lodhi gerente del BCCI, y lo que faltaba ponerse de acuerdo en la fecha de la nota no era ni el monto de la transferencia, ni los intereses, garantías o procedimientos que ya estaban pactados. ¿Qué era entonces lo que quedaba por resolver, a lo que el presidente daba su aceptación final? Tiempo después, en sudenuncia ante el gran jurado de los Estados Unidos, sobre la colosal estafa del BCCI (apropiación de fondos y lavado de dinero), el fiscal de Manhattan, Robert Morgenthau, informó de la existencia de una coima de 3 millones de dólares a favor de Figueroa y Neyra, depositados en cuentas cifradas en el Caribe y que el presidente García estuvo al tanto de toda la operación del movimiento de las reservas.
En el caso de las obras del tren eléctrico para Lima, otra vez García encontró la vía para relacionarse con la parte más corrupta del Partido Socialista italiano y plantear su famosa arenga “¿y cómo es la mía?”, que el difunto Siragusa, hizo pública para evidenciar el tipo de trato que el político peruano había querido tener con él. Pero ahí no acabó todo sino que otro “amigo” de García, el empresario Alfredo Zannati prestó sus cuentas cifradas en Grand Caymán para diversos depósitos del presidente peruano, entre los que se dice estarían los de TRALima, por la coima del tren eléctrico. Más aún que entre Zannati y García hubo diversos negocios comunes en la compra de una aeronave comercial, en la adquisición del Canal 13 y que el presidente requirió una contribución de su “amigo” por lo que le permitió ganar por el uso fraudulento de los dólares MUC.
Díganme ahora si me puedo sorprender de encontrar la foto probatoria de la “amistad” de Alan García con un poderoso narco Colombiano en la década de los 90, que el APRA reaccione a la denuncia diciendo que el partido no ha sido financiado por Cuevas, mientras la prensa local vuelve a callar en mil idiomas.
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