sábado, 13 de febrero de 2010

Sindicato Militar


Por Fernado Rospigliosi

El almirante Luis Giampietri pretende convertirse en el Mario Huamán de las Fuerzas Armadas, en el máximo representante sindical de los institutos castrenses.
El asunto es que Giampietri, además de ser un almirante en retiro, es congresista, miembro de la bancada oficialista y primer vicepresidente de la República.
Giampietri lo ha dicho claramente. En declaraciones al diario Correo, ha sostenido que él no entró a la política para ser un político sino “para hacer sentir la voz de las Fuerzas Armadas que siempre han estado ausentes en casi todos los Parlamentos que ha habido en nuestro país”. (13.2.10).
Un pensamiento extravagante en un país que ha sido gobernado la mayor parte de su historia por militares y que ha vivido recientemente (1992-2000) una dictadura cívico-militar.
Pero está claro que él no se siente representante del distrito electoral que lo eligió o de los ciudadanos peruanos en general, sino de la corporación castrense.
DESCONFIANZA
Varios ministros han criticado duramente a Giampietri, sin duda por orden directa de Alan García. El canciller, Joselo García Belaunde, por ejemplo, jamás se inmiscuiría directa –y agresivamente– en un tema que no le compete, si no hubiera recibido instrucciones del Presidente.
El hecho es que García le perdió la confianza a Giampietri hace tiempo. Fue García quien se interesó directamente en descubrir a los chuponeadores que habían interceptado a Rómulo León y sus compinches, sospechando que eso podía afectarlo directamente a él.
Y no debe de haber quedado muy tranquilo cuando descubrió que la banda estaba capitaneada por Elías Ponce Feijóo, íntimo de Giampietri y estrecho colaborador del almirante hasta el día de su detención.
También, por supuesto, García está enterado de los brindis de los marinos, cuando ha corrido suficiente pisco, por el “presidente Giampietri”.
Tampoco García debe haber olvidado que al principio de su gobierno, el grupo de Ponce Feijóo inventó una conspiración subversiva para atacar Palacio de Gobierno y Giampietri lo rodeó con efectivos de la Marina de Guerra. Ensayo que, a la luz de lo ocurrido después, debe haber agudizado la paranoia de García.
En suma, el reciente comportamiento de Giampietri azuzando el reclamo militar y su votación en el Congreso fue una gota más que rebasó la ira presidencial.
JUGANDO CON FUEGO
En el tema del bono extraordinario para militares y policías, y los eventuales aumentos de sueldos, hay puntos de vista encontrados y no definidos por ideologías.
Por ejemplo, Mirko Lauer dice que los que están instigando el asunto han lanzado un ladrillo contra el avispero. Fritz Du Bois usa la figura de quien está jugando con fósforos en el polvorín.
En el otro extremo, entre los que arrojan ladrillos y juegan con fósforos, están Giampietri, los humalistas, apristas, pepecistas como Lourdes Alcorta y toledistas como Carlos Bruce. Todos.
Sin duda los intereses electorales de muchos de los congresistas se sobreponen a cualquier otra consideración. Los sufragios de policías y militares en actividad y retiro –y familiares– no deciden una elección presidencial pero sí bastan para darle a un aspirante a una curul los votos preferenciales necesarios para entrar al Parlamento. Pero la irresponsabilidad con que han actuado, ha exhibido la cantidad de problemas irresueltos en las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
REFORMAS SIN CONTINUIDAD
En la transición a la democracia se perdió una gran oportunidad de reformar las instituciones. No había grandes obstáculos, por la debilidad en que habían quedado después del derrumbe de la corrupta dictadura de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos.
Si bien el gobierno de Valentín Paniagua no avanzó casi nada en este terreno, al principio del de Alejandro Toledo se dieron pasos importantes. El premier Roberto Dañino presidió una comisión de reforma de las Fuerzas Armadas, que contó con el asesoramiento del ex ministro de Defensa español Narcís Serra, que definió con claridad los problemas y las alternativas. (Ver Carlos Basombrío y Fernando Rospigliosi, La seguridad y sus instituciones en el Perú a inicios del siglo XXI, IEP, 2006).
Aurelio Loret de Mola dio pasos importantes que quedaron sin continuidad cuando salió del Ministerio de Defensa. En este gobierno, Allan Wagner prosiguió y avanzó en esa línea y, quizás por eso, García lo cambió.
Hoy día, las cosas se han trastocado completamente. Nadie habla de la indispensable reforma de las FF.AA. y militares y policías adquieren fuerza con un reclamo sindical, haciendo retroceder al gobierno.

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