Por: Fernando Rospigliosi
Una de las operaciones más sospechosas de los últimos tiempos ha sido “suspendida”. Las coimas podían ser de entre US$ 50 y 200 millones.
El gobierno informó la semana pasada la congelación de la compra de tanques chinos, que había sido anunciada con bombos y platillos en diciembre pasado.
Se trataba de comprar entre 100 y 200 tanques chinos Al-Khalid (como se le denomina a la versión paquistaní), o MBT-2000 o TPC-2000 a precio de oro, más de cinco millones de dólares por unidad.
Es decir, se iba a pagar entre US$ 500 millones y US$ 1,000 millones por un lote de tanques de muy dudosa calidad y de escasa o nula utilidad en el Perú.
El verdadero motivo
Para decirlo en pocas palabras, el interés desmedido de altos cargos en el gobierno por la adquisición de los tanques chinos estaba motivado por las enormes ganancias extraoficiales que iban a obtener en esa operación.
El negocio de las armas es uno de los más corruptos del mundo y las comisiones que se suelen pagar fluctúan entre el 10% y el 20%, como se concluyó en un estudio que realizó el Fondo Monetario Internacional (Sanjeev Gupta, Luiz de Mello, Raju Sharan, “Corruption and Military Spending, FMI, WP/00/23).
Es decir, la coima sería entre US$ 50 y US$ 200 millones, cifra por demás apetitosa que incentiva discursos patrióticos, posturas nacionalistas y especiosos argumentos de los escribas del gobierno.
Teniendo en cuenta que la empresa vendedora, Norinco, tiene una bien ganada reputación de empresa coimera –le pagó un millón de dólares al ministro fujimorista Víctor Joy Way (Ángel Páez, La República, 11.12.09)– y este gobierno no posee precisamente credenciales de honestidad, la conclusión cae por su propio peso.
Probando misiles
Hace pocos días, el Ejército hizo una prueba pública de los misiles antitanque Kornet adquiridos el año pasado a Rusia. Un misil hizo blanco en un tanque a 5.5 kilómetros. (“Los antitanques pasaron la prueba”, El Comercio, 1.4.10; “Ejército compra misiles antitanques Kornet”, Perú.21, 1.4.10).
Las fotos del lugar de la prueba muestran un paisaje típico de la costa peruana: un callejón arenoso entre varias colinas.
Ese es el territorio en el que tendrían que operar los tanques, un terreno absolutamente inadecuado para ese vehículo, diseñado para maniobrar en grandes planicies.
El tanque es un arma típicamente ofensiva y que necesita amplias llanuras para desarrollar su capacidad de combate. En un terreno como el de la costa peruana (está totalmente descartado su uso en la sierra o la selva, por supuesto) sirve para muy poco.
En casi toda la costa, una columna de tanques enemigos tendría que pasar en fila india por estrechos desfiladeros donde podrían ser cazados como patos por los misiles antitanques (y otras armas especializadas).
El Ejército adquirió el año pasado un lote de 500 misiles antitanques rusos Kornet e israelíes Spike por casi US$ 90 millones. Más que suficiente para detener cualquier invasión blindada.
Justificando lo injustificable
Algunos escribas al servicio de la corrupción han argumentado que si los tanques no sirven en nuestro territorio (ni en el chileno) ¿por qué entonces el Ejército de Chile compra tanques? La respuesta es obvia, porque tienen asignado el dinero y lo despilfarran, no porque lo necesiten. Gastaron US$ 17,677 millones entre 1996 y 2008, según cifras oficiales del gobierno chileno.
Un sobón profesional, franelero de alquiler, pretendió refutar la tesis sostenida en esta columna poniendo como ejemplo la batalla de El Alamein en el norte de África, en 1942. El Alamein es, efecto, un punto estrecho en esa región donde se atrincheraron primero los británicos (julio-agosto) y luego los alemanes (octubre-noviembre). La distancia entre el mar y la depresión de Qattara es allí de 64 kilómetros.
Ese punto estrecho para el norte de África es una inmensa planicie que no existe en el Perú (habría que imaginar una llanura desde la Costa Verde a Matucana).
En la costa peruana hay infinidad de puntos estrechos que son 200 veces más pequeños que El Alamein, sinfín de desfiladeros por donde necesariamente tendrían que pasar tanques invasores, callejones que miden unos pocos cientos (a veces decenas) de metros, donde podrían ser fácilmente aniquilados por misiles antitanques.
En síntesis, comprar tanques constituye un dispendio injustificable, y adquirir los vehículos chinos un desperdicio vergonzoso, que solo se explica por las jugosas coimas que se pretenderían cobrar. Ha hecho bien el ministro Rafael Rey en anunciar que no se comprarán.
Esta columna dejará de publicarse algunos domingos por vacaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario