domingo, 12 de mayo de 2013



La anti-razón: psicoanálisis lacaniano y postmodernidad

Daniel Iván LOAYZA HERRERA 

En el desarrollo de las interpretaciones postmodernas sobre la realidad el psicoanálisis lacaniano ha jugado un papel central. Jacques Lacan fue un personaje central de la vida intelectual de Francia de la postguerra. Psiquiatra de formación, fue derivando progresivamente hacia el psicoanálisis. Su propuesta fue la de leer a Freud a la luz de los nuevos enfoques, principalmente estructuralistas. El Estructuralismo y el Psicoanálisis fueron dos de los más influyentes enfoques por aquellos años en Francia.

Jacques Lacan

Lacan era un hombre de una amplia cultura. Había leído a los más importantes pensadores. A partir de sus variadas lecturas y tomando ideas de las fuentes más disimiles emprendió la tarea de reescribir la interpretación psicoanalítica, que a su juicio, estaba plagada de objetivismo. Saussure fue una de sus fuentes de inspiración más importantes. La apelación del padre de la gramática estructural al lenguaje, al mundo de los significantes y significados, como única fuente válida para referirnos a la realidad, llevó a Lacan a replantear el psicoanálisis en esos términos.

Entre los intelectuales que estuvieron marcados por la impronta del pensamiento lacaniano encontramos a Badiou, Foucault, Derrida, Kristeva, Zizek, entre muchos otros. Si bien es cierto que cada uno de ellos exhibe la influencia de diversos aspectos del pensamiento de Lacan; también lo es que básicamente todos ellos se centran en el llamado “discurso”; es decir, en la representación de la realidad, con prescindencia de la realidad misma. La preocupación por descubrir la forma en que el poder se ha venido estructurando desde las diversas formas de presentar la realidad llevó a la mayor parte de los pensadores mencionados a ir dejando de lado los mecanismos reales de ejercicio del poder; es decir, la realidad fue progresivamente vista como una construcción social, cada vez más alejada de lo real. La idea de que la realidad social es una construcción social discursiva ha impregnado el corazón de las ciencias sociales contemporáneas. Estas ideas deben ser rastreadas en el pensamiento de Lacan quien ofreció a la intelectualidad francesa de la postguerra las herramientas conceptuales y las fuentes de inspiración para el desarrollo de la visión postmoderna de la sociedad.

En el presente artículo sostengo fundamentalmente dos cosas: la primera, que gran parte de los enfoques realizados desde la postmodernidad son tributarios del confuso e inconsistente conjunto de planteamientos lacanianos; la segunda, que ésta intrincada e inaccesible forma de presentar la realidad no corresponde sino a un discurso anti-racional y que en ese contexto debe ser entendidas las interpretaciones postmodernas. Como consecuencia de ello extraigo la siguiente conclusión: en la medida en que el discurso de la postmodernidad es tributario del pensamiento lacaniano constituye una negación de la naturaleza y razón de ser de las ciencias sociales: romper con la alienación y mostrar la realidad tal como está se produce.
Para demostrar lo que aquí sostenemos pasaremos a examinar la piedra angular de los planteamientos de Jacques Lacan sobre lo que son lo real, lo imaginario y lo simbólico, llamados por él “registros” de lo psíquico. Trataremos en todo momento de hacerlo con la mayor claridad explicativa, pues consideramos que toda exposición que pretenda ser considerada como científica debe reunir esta mínima característica expositiva; todo ello en contraste con la nebulosidad propia de una teoría como la lacaniana, caracterizada por su oscuridad y por un lenguaje metafórico que no hace sino reducir su potencial explicativo y protegerla con relativo éxito de toda crítica racional. Hechas esta inicial observación y advertidos los lectores del espíritu que nos anima pasaremos a realizar una exposición de las ideas fundamentales que esgrimió Lacan sobre lo real, lo imaginario y lo simbólico, para luego someterlas al análisis en concordancia con la apuesta que desde aquí hacemos por la crítica como forma de acercarnos a la realidad.

Lo real, lo simbólico y lo imaginario en Lacan

En el llamado psicoanálisis de orientación lacaniana lo real, lo imaginario y lo simbólico forman parte del corpus fundamental de su propuesta. Estas tres instancias constituyen una tópica o estructura en la cual las tres dimensiones del funcionamiento de la psique operan como una compleja estructura a manera de un nudo borromeo. El funcionamiento psíquico requiere de la concurrencia de los tres registros.

La relación entre estas tres instancias tuvo dos momentos en el pensamiento de Lacan: el primero, a partir de 1953, cuando enunció su interpretación y; la segunda, desde 1970, ante el fracaso de su intento de formalizar su teoría a través de matemas.[1] Pronto Lacan se percataría de la imposibilidad de expresar la relación entre los “registros” a través de la notación algebraica, llegando a abandonar la relación que entre ellos había planteado desde 1953.

Ante el fracaso de Lacan por matematizar su propuesta invirtió la relación entre los registros. A partir de 1970 lo real  pasó a determinar el lugar central en la estructura de los “registros” de lo psíquico, en reemplazo de lo simbólico, que hasta ese momento ocupaba el primer lugar. El nudo borromeo fue la representación de la relación del tópico lacaniano. Ante el retiro de uno de los anillos (en el caso de la propuesta lacaniana, de alguno de los “registros”), se produce el desanudamiento de los otros dos. A continuación pasaremos a exponer la definición de lo real, lo imaginario y lo simbólico que nos ofrece Jacques Lacan.

Para Lacan lo real es aquello que no se puede expresar a través de la palabra o el lenguaje; es decir, es lo no conceptualizable. Lo real no se puede imaginar ni representar. Lo real es indeterminado. Por ello, lo real, de acuerdo a Lacan, es accesible solo a través de la comprensión de lo imaginario o lo simbólico. Aparece en la esfera de la sexualidad, el horror, el delirio y la muerte. Su característica principal es la de no ser representable y el de tener existencia propia. Sin embargo, pese a ello, Lacan nos ofreció una visión paradójica de lo real al proponer que lo real es el no-fundamento que subyace al significante. Lo real es, en suma, un no-concepto. Lacan, de igual forma,  hizo una diferenciación entre lo real y la realidad, entendiendo a esta última como perteneciente al mundo del lenguaje, de lo simbólico.

Lacan, evidentemente, a partir de lo real nos invita a renunciar a la razón. No solo nos plantea que lo real no es accesible al entendimiento humano sino que en sí mismo es una realidad primaria y sustancial innombrable, pre-lingüística, un imposible racional. Presentada bajo un lenguaje atiborrado de metáforas y alusiones imprecisas, los planteamientos de Lacan, evidentemente, adolecían de las más elementales condiciones para ser considerados como científicos por las siguientes razones:

- Toda ciencia se refiere, en principio, a la realidad. Pero en el planteamiento de Lacan la realidad es lo que la gente cree que es y no lo que es, por ser esta última inaccesible.
-Carece de una explicación sencilla sobre la realidad. Toda ciencia tiene como condición sustancial el referirse a la realidad, o a un aspecto de ella, en un lenguaje sencillo donde se aprecien las relaciones fundamentales.

- Los casos que presenta Lacan, como evidencia de lo que sostiene, no pueden ser replicados por otros investigadores, quedando únicamente el parecer y testimonio de Lacan como único soporte de lo que él mismo sostiene.

- Evidencia una profunda contradicción lógica al plantear que lo real es innombrable e inaccesible; pero, sin embargo, se refiere a el, a su comportamiento y función. Si lo real es inaccesible; pero a la vez, accesible a través de lo simbólico, entonces es cognoscible y nominable por el lenguaje. Si esto último es cierto, entonces, lo real podría ser comprobado a través de  comprobación indirecta, con lo cual negaríamos la propia definición de lo real.
Lo imaginario es el “registro” no lingüístico de la psique. Se forma a través del pensamiento más primario, el de las imágenes. De acuerdo a Freud la percepción deja ciertas marcas psíquicas. Lacan aportó su llamado “estadio del espejo” para explicar como el sujeto puede explicar su imagen como un Yo, diferenciado de otro ser humano. Esta diferenciación, de acuerdo a Lacan se forma mediante la imagen que proviene  de otro.

Lo simbólico es el registro de la psique que se funda en el lenguaje. Esta unido a la habilidad que adquiere el infante el infante para materializar su deseo a través del discurso. Para Lacan en el infante la Ley, el Orden y el Logos se instaura mediante la función paterna. El pensar racional pertenece al registro de lo simbólico.

Jacques Lacan en el Seminario 8 La transferencia (1960-1961) sostuvo lo siguiente:

"Este símbolo Φ (Phi mayúscula) [...] lo designé brevemente, quiero decir, de una forma rápida y abreviada, como símbolo del lugar donde se produce la falta del significante [...]Pero cuando lo he introducido hace un momento, he dicho símbolo falo, y quizás este es, en efecto, el único significante que merezca en nuestro registro - y de un modo absoluto - el título de símbolo.”

El Símbolo (Φ Phi mayúscula) es la representación de lo que Lacan llama entonces el «falo simbólico», que no es otra cosa que el momento de la emergencia de la psique.  

En suma, el enfoque lacaniano, en realidad, no pasa de ser una confusa y contradictoria visión de lo psíquico. Una manipulativa visión de la realidad que constituye, en la práctica, una reacción frente a la razón y a sus posibilidades. El psicoanálisis lacaniano es el abandono a toda posibilidad de enfrentar la vida con lucidez, de comprender el mundo circundante y psíquico del ser humano. Aunque no podemos negar la gran habilidad de Lacan para recurrir a influencias de diferentes orígenes- que iban desde la filosofía hasta la topología y el análisis combinatorio, pasando por enfoques tan diversas como los de Freud, Saussure, Hypolite, etc- para justificar sus interpretaciones psicoanalíticas, podemos afirmar que estos carecen de la consistencia interna y de la validación para ser tomados en cuenta como argumentos racionales.

El psicoanálisis lacaniano, discurso postmoderno y anti-razón.

El psicoanálisis lacaniano al igual que el discurso postmoderno son tributarios de las teorías de Ferdinand de Saussure. Ambos parten de la idea de que la realidad es, fundamentalmente, una construcción del lenguaje y que esta no es más que una ilusión, al considerar que lo real es inaccesible. Es decir, toda conceptualización sobre la real no es sino una suerte de ficción, de representación simbólica sobre lo real, que queda reservada a lo no representable, a lo incomunicable a lo incomprensible e innombrable.

En éste sentido, toda preocupación por desentrañar lo real, partiendo de la definición lacaniana, termina siendo infructuosa. En términos prácticos representa la renuncia a la posibilidad de conocer. El discurso postmoderno ha hecho suyo este planteamiento al reconocer la imposibilidad de determinar si una representación de lo real (la realidad, de acuerdo a la definición postmoderna inspirada en Lacan) es más verosímil que otra. . Apreciando la propuesta postmoderna de tolerancia- desde sus fundamentos- frente a las diversas visiones sobre lo existente, en realidad lo que encontramos no es un afán por profundizar los planteamientos democráticos, producto de la modernidad, sino más bien el de socavar las bases sobre las que se ha construido el conocimiento humano, al desconocer que exista alguna posibilidad de adentrarnos en lo real.

Sobre la aseveración de que la realidad es una construcción social diremos lo siguiente. En principio no existe diferencia alguna entre lo real y la realidad. Esta diferenciación nos invita a pensar lo existente en términos metafísicos. Pero en el caso del planteamiento filosófico de cual parte Lacan, es simplemente incognoscible, ya que el conocimiento racional está necesariamente mediado por el lenguaje. Lo que los postmodernos identifican como real es la realidad misma. Los llamados discursos sobre lo real; es decir, la realidad, no son sino las representaciones simbólicas de la realidad, pero no son la realidad misma.

Las acciones sociales o la conducta social son efectivamente reales aún cuando se realicen partiendo de representaciones inexactas de la realidad. Es más, la creencia misma en esas representaciones es parte de la realidad, pero ello no implica que el contenido de esas representaciones corresponda a la realidad. Es evidente que las acciones sociales producen la realidad social, independientemente de que ellas se produzcan por la acción de ideas o pensamientos que concuerden o no con la realidad. Pero ello no implica, de ningún modo, que el discurso sobre la realidad sea confundido con la realidad misma. La realidad social es una construcción, efectivamente, pero no es una construcción discursiva, sino una construcción a nivel de la praxis social. La praxis social engloba tanto las creencias que motivan la conducta como las acciones sociales que permiten que las creencias sean objetivadas. Para esclarecer este asunto plantearemos el siguiente ejemplo:

Un grupo de fieles decide rendirle culto al dios en que creen. Para ello realizan una procesión con la imagen de su dios como símbolo de su fe. En este sentido, la creencia en su dios, independientemente de que este en la realidad no exista más que en la cabeza de sus fieles, se objetiviza. Sin embargo, se objetiviza la creencia y su manifestación no el dios en el que creen. La creencia en ese dios hizo posible que se produjera la procesión, y eso construye a la sociedad, pero ello no quiere decir, en ningún caso, que ese dios pueda ser considerado como existente.

Slavoj Zizek

La posición postmoderna, al negar a posibilidad de conocer lo real, y al condenar el conocimiento a solo tener constancia de los discursos sobre lo real lo que hace, en la práctica, es plantearnos la imposibilidad de determinar si la forma en que es visto lo existente lo refleja o no. Ello significa que la ciencia desaparece y que cualquier discurso, por más disparatado que sea, es incontrovertible. Cualquier visión sobre la realidad tiene cabida. Nada se refiere a los hechos, nada es comprobable, todo son solo discursos, justificaciones. No hay diferencia entre lo que es racional y lo que no lo es. En éste sentido, el discurso postmoderno constituye, esencialmente, la mayor negación de la razón. Esto parece paradójico pues se ha instalado eficazmente en el corazón de las ciencias sociales, incluso podríamos decir que ocupa un papel central en el discurso antropológico y sociológico contemporáneo, especialmente en los estudios culturalistas. Más bien diremos que, pese a que las investigaciones inspiradas en el discurso postmoderno pueden exhibir la aplicación de determinados métodos de investigación social, al carecer de la pretensión por reflejar lo real, en realidad han abandonado la primera condición para que una actividad pueda ser considerada como científica: la búsqueda por explicar aquello que existe con independencia del observador.

Pero ello produce importantes consecuencias a nivel de la función social que los fundamentos lacanianos cumplen en el discurso postmoderno. Nos referimos específicamente al hecho de que las ciencias sociales aparecieron y se desarrollaron teniendo como fin el desentrañar los mecanismos que hacen posible la vida en las sociedades. Sin embargo, si asumimos que todas las visiones sobre la realidad (que el lenguaje lacaniano y postmoderno denominan “lo real”)   son igualmente aceptables,-por ser lo real  inaccesible al conocimiento humano-, entonces no existe diferencia alguna entre una explicación mitológica sobre la realidad o una propia de las llamadas ciencias sociales. Esta es, precisamente, la razón por la que los intelectuales postmodernos utilizan el término discurso para todo tipo de visión y explicación de la realidad y omiten de manera deliberada la definición de ciencia para las descripciones y explicaciones obtenidas por enfoques y métodos científicos.

Si la modernidad significó la época de la supremacía de la razón; entonces, la postmodernidad no es otra que la anti-modernidad. La época de la anti-razón, el fin de las ciencias, y en particular de las ciencias sociales. No es la crítica de la razón desde la razón la que la anima sino la negación de la razón desde la sinrazón.

Conclusión

El discurso lacaniano, como fuente principal de la interpretación postmoderna de la realidad, ha contribuido, como discurso social, como interpretación de la realidad social a dos cosas fundamentales: por un lado a eliminar la cientificidad de las ciencias sociales, impregnándolas no sólo de un contenido metafísico sino también de la imposibilidad de que éste sea accesible al entendimiento humano. Por otro lado, al asumir que las ciencias sociales no son sino simples discursos ideológicos, carentes de todo potencial explicativo, quedan despojadas no solo del reconocimiento de su capacidad analítica, sino de su función social.
En este sentido, diremos que aquellas interpretaciones asentadas sobre los conceptos lacanianos de lo real y de su diferenciación radical con la realidad contribuyen al desmantelamiento de la cientificidad de las ciencias sociales, a su conversión en simples discursos banales, oscuros y alienantes.
La renuncia al conocimiento implica, necesariamente, el abandono de toda determinación de la realidad, y por ende de la crítica; habida cuenta que la crítica parte de la discriminación entre los diferentes enfoques sobre la realidad, a la luz de los fenómenos y hechos. No hay crítica sin referencia a la realidad (o lo real como le llaman los postmodernos) y la contrastación de posiciones frente a otros enfoques sobre la realidad. En este sentido, la postmodernidad como conjunto de planteamientos teóricos sustentados en un relativismo irracionalmente sustentado, hace imposible toda crítica y, por ende, todo cambio social. En suma, el discurso postmoderno es, esencialmente, un discurso conservador sustentado en la irracionalidad.


[1] El término matema fue introducido por Lacan para referirse a la conversión de su propuesta psicoanalítica a la notación algebraica. El término fue tomado del término mito, trabajado por Lévi-Strauss y el griego mathema, que se puede entender como conocimiento. 

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