Mirko Lauer
La proliferación en estas semanas de temblores que van de pequeños a medianos (ayer en Los Ángeles, 4.4) aparte de atizar el nerviosismo viene sirviendo para reflexionar algo más a fondo sobre el tema. Quizás las relaciones entre estas catástrofes y la economía en el tercer mundo son algo más complejas que una reconstrucción
Lo sucedido en Chile ha introducido un elemento de irracionalidad en el proceso económico. ¿Cómo hacer si luego de una laboriosa reconstrucción llega otra catástrofe similar? La pregunta sugiere que se requiere una infraestructura adecuada a catástrofes recurrentes, las sísmicas o las de cualquier otro tipo.
Como lo muestran algunos países sísmicos del hemisferio norte, ese tipo de adecuación es eficaz, pero a la vez muy costoso, y de hecho supone un salto tecnológico. Pues el sismo en Chile no solo destruyó lo antiguo y lo precario, como fue el caso en el sur chico peruano 2007, sino también una parte importante de lo moderno.
Pero las consecuencias económicas de los terremotos, ocurridos o previstos, son medidas a partir de la idea de un acto único, luego del cual se restablece un suelo parejo. Ir más allá quizás es considerado un ejercicio demasiado complejo. Sin embargo una mirada a los terremotos peruanos en torno al principal de 1746 invitan a imaginar lo múltiple.
Hay algunas hipótesis sustentadas en este tema de las catástrofes. Una comisión oficial de los EEUU dictaminó en 1992 que “los desastres tienden a acelerar los procesos económicos y sociales previos al evento. Las economías en problemas sufren un súbito colapso, mientras que las robustas experimentan un boom”.
¿Significa que para las economías prósperas un terremoto puede terminar siendo una suerte de ventaja a largo plazo? Debemos suponer que la hipótesis insume la idea de que esas economías están mejor prevenidas que las otras, es decir que los efectos de un sismo pueden ser muy extendidos, pero menos profundos en términos de capacidad de desarticular.
Los estudios sobre el impacto de los terremotos insisten en lo peligrosa que es la negación fatalista: no sabemos cuándo ni cómo será, entonces no tiene sentido tomar medidas preventivas. Por ejemplo, se ha necesitado un terremoto en Chile para que un gobierno peruano considere un sistema de alerta temprana de tsunamis.
La recurrencia es un peligro a considerar. Pero las resistencias a poner en marcha sistemas de pronóstico o de alerta a mediano plazo son reales, pues ello afecta el clima social, e incluso de inversiones. El costo en vidas de este tipo de actitud es real. Pero los expertos en el tema deben ser tomados en cuenta. Más aún en esta temporada.
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