Ariel Segal
El manejo de un sistema sólido de coalición entre los diferentes partidos políticos que participaron en las segundas elecciones parlamentarias de Irak del pasado domingo, determinará si Barack Obama podrá cumplir su promesa de retirar a los, aproximadamente, 100 mil soldados que permanecen en ese país.
Irak es un país muy complejo, con una mayoría de árabes que profesan el Islam en su versión chiíta (cuando más del 80 por ciento de los musulmanes son sunitas), una minoría importante de kurdos –un grupo étnico de origen asiático y no de la Península Arábiga– y una minoría árabe sunita que controló el poder, desde su fundación como monarquía hasta el derrocamiento, tras la invasión estadounidense, del régimen dictatorial del partido Baath, cuyo último tirano fue Saddam Hussein.
El futuro de Irak depende de la manera cómo los partidos chiítas mayoritarios logren establecer alianzas entre ellos, y tiendan puentes a la Unión Patriótica del Kurdistán y a la Lista Nacional de Irak de Ayad Alawi, el único partido laico, que incluye a chiítas, kurdos e incluso, a ex miembros del Baath cuya participación en las elecciones estaba prohibida por la ley.
La relativa estabilidad que ha gozado el país en los últimos tiempos se debe a que el gobierno del chiíta Al-Maliki formó una gran coalición en el Parlamento de 325 escaños y permitió que miembros del extinto partido de Saddam Hussein ocuparan algunos puestos administrativos, militares y policiales.
Es utópico pensar que los iraquíes puedan desarrollar una democracia “a la occidental” cuando ese sistema se le ha impuesto a fuerza de las armas, y cuando el país continúa dividido en base a la pertenencia étnica y confesional del Islam, pero si la mayoría de sus dirigentes coinciden en una plataforma básica de coexistencia; de distribución más equitativa de la riqueza (el actual sistema federalista hace que la minoría árabe sunita casi no se beneficie por vivir en provincias en las cuales hay poco petróleo), y de un frente común contra los fanáticos religiosos, es posible que después de una larga y sangrienta tiranía, y luego de las terribles secuelas de la invasión de EEUU, los que viven en la antigua Mesopotamia puedan construir una nación con cierta libertad, total soberanía, y el común denominador de todos sus grupos y tribus, de sentirse ciudadanos de un proyecto llamado “Irak”.
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